La Autoridad de los Padres
Autoridad no es una mala palabra. Es esencial en la crianza de hijos sanos, y para promover su relación con Dios
Autoridad es una palabra políticamente incorrecta para muchos de nosotros, pero está viva y vigente en el judaísmo. De hecho, todo en el judaísmo descansa bajo el concepto de la autoridad – la autoridad de Dios, de la Torá, tribunales de justicia, maestros y padres.
La autoridad es algo bueno. Los niños necesitan crecer de una manera sana. Ellos prosperan con el hecho de tener padres que están a cargo, poniendo reglas y repartiendo consecuencias. Por supuesto que los padres tienen que ser amorosos y tienen que ser figuras de autoridad justas para crear una relación sana, pero los niños quieren padres que estén en control. Sin importar cuanto intenten dirigir el espectáculo, los niños realmente no quieren estar a cargo. Ellos tienen claro que no saben lo suficiente y para sentirse a salvo, seguros, y amados ellos necesitan padres que puedan hacerse cargo con seguridad.
Los niños ven a sus padres como figuras de autoridad. Desde la perspectiva de un niño, los padres son como Dios. Son omnipotentes y omniscientes. Ellos se preocupan por nosotros, nos alimentan y nos visten. Ellos nos protegen de todo daño.
La falta de respeto por la autoridad hace que muchas escuelas se transformen en lugares peligrosos y temibles.
Como una extensión de esto, los niños necesitan maestros, directores y otras figuras de autoridad para que les provean orden y seguridad en su mundo. Muchos niños se sienten inseguros yendo a las escuelas hoy en día. Niños abusadores, y aquellos que portan armas, parecen no temerle a nadie. La falta de respeto por la autoridad impregna a muchas escuelas y las transforma en lugares peligrosos y temibles.
A medida que un niño madura, se da cuenta de que sus padres no son todopoderosos ni lo saben todo. De hecho, ¡ellos no son todo lo que el niño se imaginó que eran! Sin embargo, si los padres fueron exitosos en sus tareas, han preparado al niño para entrar en una relación con Dios. El niño comprende el concepto de autoridad. Él ha tenido la experiencia de someterse a la autoridad de sus padres y permanecer bajo sus reglas. Sin ellos él se ha sentido indefenso por un período significativo de su vida. Él reconoció que ellos tienen el poder de protegerlo y de poner orden en su vida. El niño está ahora listo para llevar esta experiencia a un nivel superior.
Aprendiendo Acerca de Dios a través de Nuestros Padres
La relación padre-hijo existe para enseñarnos acerca de nuestra relación con Dios. El concepto de Dios es abstracto, por lo tanto, Dios nos da una relación terrenal paralela que nos permite aprender acerca de quién es Él y como Él se relaciona con nosotros. Aprendemos acerca del amor y la compasión incondicional gracias a nuestros padres. Aprendemos que significa existir dentro de una relación dependiente y relacionarnos con figuras de autoridad, quienes ponen reglas para nuestro beneficio.
Los seres humanos son los únicos seres vivos que son creados con un nivel de dependencia elevado respecto a sus padres y por un período muy largo de tiempo. Dios lo diseñó de esta forma para que podamos entender la extensión de nuestra completa dependencia respecto a Él.
Cuando los hijos honran a sus padres, es considerado como si honraran a Dios.
Parte de nuestro rol como padres es llevar a nuestros hijos desde su inicialmente inmaduro concepto de padres que parecen omnipotentes a una madura relación con Dios mismo. Con este propósito, Dios da a los padres una autoridad que es similar a la Suya. De hecho, nuestros sabios dicen que cuando los hijos honran a los padres, es considerado como si honraran a Dios mismo (Talmud, Kidushin 30b).
Pero no son solamente los niños quienes necesitan autoridad. Todos la necesitamos. Todos necesitamos sentir que vivimos en un mundo ordenado con las personas indicadas a cargo. La razón por la cual muchos de nosotros sentimos tanta ansiedad, es porque a menudo sentimos que no podemos confiar en las personas que están a cargo. Es muy doloroso escuchar historias de policías que golpean a personas inocentes, oficiales de gobierno que toman contribuciones ilegales para sus campañas y presidentes que mienten bajo juramento. No podemos sentirnos seguros en un mundo en el que no hay autoridades que respetar o en las que confiar.
Necesitamos un gobierno que establezca leyes sensibles que la gente siga. Imaginen un mundo sin ley. El Rabino Janina dijo: «Reza por el bienestar del gobierno, porque si la gente no le temiera, una persona se tragaría a su compañero vivo» (Pirkei Avot 3:2). La adherencia a la ley y al orden es vital para nuestra seguridad y nuestro bienestar.
Dios es Nuestra Máxima Autoridad
Dios, por supuesto, es nuestra máxima autoridad. Él es nuestra única seguridad. Sabemos que no podemos confiar totalmente en nadie más. Tanto como los niños necesitan padres amorosos que establecen reglas por su bien, nosotros necesitamos a Dios. Las leyes de Dios ordenan nuestro mundo. Nos hacen saber que es lo que se espera de nosotros. Sabemos cuales son los límites y que hay consecuencias a nuestra conducta. También sabemos que somos demasiado limitados en nuestra inteligencia para estar dirigiendo el mundo. Hacemos nuestro mejor esfuerzo para contribuir a la sociedad y mejorar lo que podemos, pero finalmente estamos contentos de que Dios sea quien está a cargo.
Una de las principales tareas de un judío es aceptar la autoridad de Dios. Comprender este concepto es tan crítico para un judío que tenemos una festividad dedicada a interiorizar esta idea. Esta festividad es Rosh Hashaná.
El tema principal de Rosh Hashaná es la idea de que Dios es el Rey. La palabra «Hamelej», el Rey, se encuentra innumerables veces en las oraciones de Rosh Hashaná. Aceptamos que estamos viviendo en Su universo y que no podemos ni siquiera dar un respiro sin Su consentimiento. Aceptamos que no tenemos existencia independiente de Él y de Su voluntad.
En Rosh Hashaná hacemos algo que no hacemos durante todo el año para llevar esta realidad hacia nosotros. En el servicio de Musaf (adicional) recitamos el rezo de Aleinu y cuando dice, «nos arrodillamos», en realidad nos prosternamos completamente en el suelo. (Las sinagogas más tradicionales hacen esto. Si nunca lo hiciste, anda este año a una sinagoga que lo haga. ¡Te garantizo una experiencia intensa y emocional!).
Este prosternarse, para mí, es uno de los puntos destacados del año. Es el único momento del año en que me siento completamente en contacto con la realidad. Hay un Dios, Él tiene el control. Le debo todo a Él y soy totalmente dependiente. Dios es mi Rey. El resto del año floto hacia adentro y hacia fuera de esta conciencia, pero durante ese momento está claro como el agua y le pido a Dios la habilidad de aferrarme a esa experiencia. La autoridad es real y su nombre es Dios.
Estamos divididos. Queremos someternos a Dios y no queremos someternos a nadie más que a nosotros mismos y nuestros propios deseos.
Una Lucha Constante
Dios sabe cuán difícil es este concepto para nosotros. Tanto como queremos y necesitamos una autoridad que nos haga sentir seguros y cuidados, también queremos manejar el espectáculo. La naturaleza dual del hombre (llámenla el yo superior e inferior o el Ietzer Hatov, la Inclinación Buena y el Ietzer Hará, la Inclinación Mala) hace difícil para nosotros la aceptación de la autoridad. Vemos esto tanto en niños como en adultos. Es parte de la naturaleza humana, por un lado, el querer someternos a Dios, y por otro lado querer ser el que está a cargo, sometiéndonos a nadie más que a nosotros mismos y a nuestros propios deseos.
Es una lucha constante. Someterse a la autoridad de Dios es difícil. Otra herramienta que tiene un judío para conseguir esto es decir el rezo de Shemá. Es nuestra dosis diaria de proclamar que Dios es Rey y aceptar Su autoridad. Un judío comienza su día con el Shemá y lo dice nuevamente antes de irse a dormir, diciéndolo en voz alta día tras día para interiorizar su mensaje.
Nosotros los padres tenemos una gran responsabilidad en determinar la futura relación de nuestros hijos con Dios. Como utilizamos nuestra autoridad tendrá un impacto importante en como ellos se relacionarán con todas las figuras de autoridad y finalmente con Dios. Necesitamos utilizar nuestro poder sabiamente, proveyendo cuidados y amor, límites claros y consecuencias justas. Hacemos daño al ser negligentes y no proveer una estructura segura en la que nuestros hijos puedan crecer. Si nuestras reglas son arbitrarias o estamos en una escalada de poder con nuestros hijos, los resultados pueden ser desastrosos.
La mayoría de los padres son, por supuesto, menos que perfectos y muy pocos son descaradamente abusivos. Hijos de padres injustos, excesivamente autoritarios o abusivos es muy probable que tengan desafíos especiales en aprender a relacionarse con Dios y aceptar Su autoridad. De hecho, las personas que tienen problemas en encontrar una relación con Dios a menudo lo atribuyen a problemas con sus padres.
Necesitamos trabajar duro para convertirnos en el tipo de personas que nuestros hijos puedan respetar y quieran escuchar. Debemos preguntarnos donde estamos fallando y cómo podemos mejorar. Debemos saber que siendo una figura de autoridad más cariñosa podemos posiblemente estar abriendo puertas para el crecimiento espiritual de nuestros hijos.
Versión original: Aish Latino escrito por Janna Heller