La alegría de admitir que no sabemos
La humildad, los matices y el hecho de admitir que no sabemos algo no son signos de debilidad, sino de fortaleza.
Mark Twain dijo: «No es lo que no sabes lo que te mete en problemas, sino lo que sabes con certeza y resulta que no es así». El Dr. Daniel Kahneman, ganador del premio Nobel, lo dijo de una forma un poco diferente: «Somos ciegos a nuestra ceguera. Tenemos muy poca idea de lo poco que sabemos. No estamos diseñados para saber cuán poco sabemos».
De hecho, cuando le preguntaron qué eliminaría del mundo si tuviera una varita mágica, Kahneman respondió: el exceso de confianza.
El exceso de confianza fue culpado, entre otras cosas, por el hundimiento del Titanic, por el accidente nuclear en Chernóbil, por la pérdida de los transbordadores espaciales Challenger y Columbia, por la crisis de las hipotecas de alto riesgo en el 2008, por la gran recesión que le siguió y por el derrame de petróleo en el Golfo de México. El exceso de confianza fue responsable de desastres económicos personales, del estallido de relaciones y de vidas arruinadas.
Alguien que entendió esto fue el Rey Salomón, el más sabio de todos los hombres. En Eclesiastés —que leemos en Shabat durante Sucot— él describe sus esfuerzos por explorar y comprender. «Me propuse ser sabio; pero la sabiduría estaba lejos de mí». El Rey Salomón confiesa que lo intentó, analizó, contempló, pero al fin del día se quedó corto: el entendimiento completo estaba más allá de su alcance.
¿A qué se refirió? ¿A qué trató de aplicar la sabiduría, pero no tuvo éxito? La mayoría de las opiniones consideran que el Rey Salomón habla del estatuto por excelencia de la Torá, la «vaca roja», cuya ley es paradójica. La persona impura se purifica con las cenizas de la vaca roja, pero la persona pura se vuelve impura. El Rey Salomón trató de entender el mecanismo de este decreto, cómo y por qué funcionaba, pero finalmente admitió: vehi rejoká mimeni, ‘y ella está lejos de mí’.
Rav Iosef Shaúl Natanson dice que la palabra vehi ‘y ella’ en este versículo se refiere a toda la Torá. Él entiende que el Rey Salomón dijo: Al ver que no podía comprender la razón de la vaca roja, comprendí que la razón de todo en la Torá está completamente fuera de mi alcance.
Una vez, alguien desafió al Jazón Ish, un gran sabio de la Torá que falleció en los años 50, respecto al desafío de la teodicea: cómo es posible que existan en el mundo cosas malas y dolorosas. Él quería encontrarle sentido y comprender el sufrimiento. El Jazón Ish le mostró un Tosafot, un comentario del Talmud, y le pidió que se lo explicara. Esta persona intentó interpretar y comprender el comentario de Tosafot, pero no lo logró. El Jazón Ish le dijo: «Si no entiendes algunas líneas de Tosafot, ¿cómo esperas entender los caminos de Dios que están ocultos a toda la humanidad?».
Un versículo de Salmos dice: «Dios, cuán grandes son Tus caminos. El necio no los comprende…» Rav Elimelej Biderman pregunta por qué el Rey David, el autor de los Salmos, señala que el necio no puede entenderlos, cuando ni siquiera el sabio puede llegar a comprender los caminos de Dios. Él explica que lo que hace sabia a una persona es el hecho de saber que no sabe. El necio sufre de exceso de confianza, cree que entiende y que sabe todo. El necio cree que él tiene todas las respuestas.
Nuestros más grandes eruditos no dudaron en decir «no lo sé», y eso nos llevó a pensar más y no menos de ellos.
Vivimos en un mundo que nos hace sentir que si decimos «no sé» o «no tengo una opinión sólida sobre eso», entonces estamos desinformados, somos débiles y poco sofisticados. Pero venimos de una tradición que dice exactamente lo contrario. La humildad, los matices y admitir que no sabemos algo no son signos de debilidad sino de fortaleza. No muestra ignorancia, por el contrario, muestra que estamos lo suficientemente informados como para saber que no podemos saberlo con certeza.
El Talmud dice: «Enséñale a tu lengua a decir ‘no sé’, para que no llegues a enredarte en una red de engaños» (Brajot 4a). Nuestros más grandes eruditos no dudaron en decir «no lo sé», y eso nos llevó a pensar más y no menos de ellos, y a que confiemos mas en las cosas que dijeron saber. Rashi, sin quien todo el Talmud sería un libro imposible de entender, es famoso por las veces que escribió: «eini iodea – no lo sé», respecto al significado, la interpretación o la relevancia de un versículo o una declaración en particular.
Quizás por eso es que en Sucot, «el tiempo de nuestra alegría», leemos Eclesiastés. Sentirnos con derecho o con la capacidad de entender todo, sólo nos lleva a la decepción, nos lleva a fracasar por nuestro exceso de confianza, y lleva a que nos sintamos deprimidos, incompletos e insatisfechos. Por supuesto, debemos buscar el entendimiento, tratar de adquirir sabiduría y de captar las sutilezas. Pero debemos admitir y reconocer que no podemos tener las respuestas para todo y que hay cosas que simplemente no podemos entender.
Escucha el consejo del más sabio de todos los hombres: si quieres ser más feliz en tu matrimonio, en el trabajo, en la relación con tus hijos y con Dios, aprende a decir «no lo sé».
Versión original: Aish Latino escrito por Rav Efrem Goldberg