Salud mental: Por qué a veces es tan difícil buscar ayuda
Es más fácil pedir ayuda cuando se rompe el estigma.
Hace poco fui a una ferretería y di vueltas por la tienda casi una hora buscando un caño. Finalmente lo encontré en la sección de plomería y lo compré. No pensé mucho sobre eso hasta que el mismo día, un poco más tarde, fui a una tienda de ropa de mujer. En esa tienda entré, le pedí a la vendedora un producto, pagué y regresé a mi auto. Toda la experiencia duró cinco minutos. ¿Por qué tanta diferencia de tiempo?
Obviamente porque en la tienda de ropa pedí ayuda. ¿Por qué no hice lo mismo en la ferretería? ¿Por qué simplemente no pedí ayuda a alguno de los vendedores para salir en 7 minutos?
En la ferretería pienso que tengo que saber dónde encontrar un producto. Por lo tanto, pedir ayuda reflejaría una deficiencia en lo que espero de mí mismo. El resultado: perdí tiempo buscando el producto para evitar pedir ayuda y sentirme inadecuado. En la tienda de ropa de mujeres no tengo esas expectativas. Esto hace que pedir ayuda sea fácil e intuitivo.
Cuando analizo mis creencias respecto a comprar en una ferretería, una cosa es clara. Son completamente infundadas. No voy con frecuencia a comprar allí. No hay razón ninguna para pensar puedo localizar un producto. Entonces, ¿cómo es posible que pedir ayuda pueda decir algo sobre mí?
¡No es así!
Excepto en mi mente.
La imagen social de lo «masculino» incluye sentirse cómodo con las herramientas y los suministros de construcción (algo que yo absorbí inconscientemente y posteriormente validé). En consecuencia, en mi mente la capacidad de localizar un producto en una ferretería es representativa de mi estatus como hombre. Yo debería saber dónde están las cosas. Creer que “debería” saberlo hace que sea imposible pedir ayuda. Como no tengo estas creencias de “debería” respecto a localizar productos en una tienda de ropa de mujer, pedir ayuda es fácil y obvio.
Cuando pedimos ayuda
Esta misma dinámica de pensamiento existe respecto a pedir ayuda con los problemas que encontramos en la vida. Hay ciertas áreas de la vida en las que nadie tiene reparos de acudir a otros, mientras que hay otras categorías en las que creemos que pedir ayuda da una mala imagen. Si bien la determinación de las áreas que entran en cada categoría es completamente individual, me gustaría resaltar creencias inadecuadas relacionadas con una categoría en especial que, desafortunadamente, nos impiden pedir ayuda: la salud mental.
Es mi esperanza que el hecho de referirme a algunas creencias erróneas pueda alentar a ciertas personas a tomar la decisión sana de buscar ayuda, en vez de sentir la necesidad de cargar el peso por sí mismas. En vez de gastar incalculable tiempo y energía “dando vueltas por los pasillos” de la vida buscando salud mental y bienestar, ellas podrían consultar con un profesional que pueda ayudarlas en su búsqueda de una existencia mentalmente más sana.
Creencia #1: “Los problemas de salud mental no son legítimos. Todo el mundo tiene problemas”.
¡Falso! Como lo evidencia la quinta edición del Manual de diagnóstico y estadística de los trastornos mentales (DSM-5 por sus siglas en inglés), la enfermedad mental es real. No sólo la tratan psicólogos y otros profesionales de salud mental, sino también médicos que estudiaron en la facultad de medicina (psiquiatras). Hay hospitales específicamente destinados a tratar estos problemas, unidades en hospitales generales especializadas en proveer tratamiento para problemas de salud mental, e incluso las compañías de seguros de salud que reembolsan por una fractura en la pierna, reembolsan por problemas psicológicos. Todo esto señala que la enfermedad mental es real.
Asimismo, cualquiera que haya luchado con depresión, adicción, trastorno postraumático, etc., sabe cuán reales son estos problemas. Que muchas personas experimenten variantes de algunos de estos problemas (tristeza en vez de depresión, nerviosismo en vez de ansiedad, sentirse atraído a algo versus ser adicto a ello), no disminuye la validez de un diagnostico real. Ser incapaz de salir de la cama por la mañana debido a una abrumadora sensación de tristeza (depresión), ser incapaz de funcionar porque se usa cierta sustancia o ver material ilícito (adicción), un dominante sentimiento de estar en guardia e inseguro (trastorno postraumático), u otras experiencias muy reales que coinciden con la lista de síntomas de diversos diagnósticos psiquiátricos, son tanto genuinas como legitimas.
Cumplir con los requisitos de un diagnóstico de salud mental no es diferente a cumplir con el criterio para un diagnostico físico.
Creencia #2: “_______ no necesita tratamiento”
El espacio en blanco puede llenarse con: depresión, ansiedad, experiencias traumáticas, manía, uso de sustancias, apostar, aflicción, dificultades escolares, problemas en las relaciones, sentimientos de vacío, problemas de autoestima, entre una variedad de otros temas. El problema con la frase anterior es el uso de la palabra “necesitan”. Necesitan connota necesidad. Y, a decir verdad, ninguno de los problemas mencionados requiere tratamiento. De la misma manera que alguien con cáncer no necesita un oncólogo, alguien arrestado por un crimen no necesita un abogado y alguien cuyo auto no funciona no necesita a un mecánico.
Pero si alguien tiene interés en resolver alguno de estos problemas, entonces puede ser extremadamente útil acudir a un profesional. Como dicen en los círculos legales: “El que se representa a si mismo tiene un cliente tonto”.
En vez de preguntar: “¿Necesito tratamiento?, trata de preguntar: “¿Podría ayudarme el tratamiento?”. Ten en mente que sólo podrás tomar una decisión inteligente si tienes información respecto al problema y al tratamiento disponible.
Creencia #3: “Soy defectuoso porque tengo dificultades”.
Imagina que tu mejor amigo confía en ti que le diagnosticaron depresión, que va a un terapeuta y comenzó a tomar antidepresivos prescritos por su psiquiatra. ¿Acaso lo primero que piensas es: “¡No puedo creer que este individuo extremadamente defectuoso sea alguien a quien yo considero mi mejor amigo!”? Probablemente no. Porque, en realidad, no crees que tener dificultades indique una deficiencia. Entonces, ¿por qué opinas eso de ti mismo?
Posiblemente porque te sientes defectuoso sin relación con tus desafíos psiquiátricos y ves esos problemas simplemente como una confirmación de tu autoevaluación. Ellos encajan con tu visión de ti mismo; por lo tanto, lo que crees debe ser verdad.
Otra opción es que tus modelos en la vida (padres, abuelos, maestros, mentores), nunca hayan compartido sus propias dificultades y por lo tanto creíste que eso no formaba parte de su narrativa. Si aquellos a quienes admiras nunca tuvieron dificultados (lo que tú crees basado en la información no compartida), entonces la conclusión necesaria es que tener dificultades no forma parte de la vida de las personas exitosas. Tu creencia de dificultades = individuo defectuoso nace de esta visión especulativa sobre esas personas.
Una tercera opción, pero de ninguna manera final, es que tienes una visión distorsionada de lo que significa ser un ser humano. En tu mente, una persona debería ser perfecta. Tu equiparas a las personas con los objetos. Así como un plato rajado está roto, una persona también puede estar rota. ¿Qué representa a un ser humano quebrado? Alguien que no puede marcar como logradas las tareas de lo que significa ser la persona perfecta.
Esta visión de la persona no tiene una base en la realidad. Como dijo Michael J. Fox: «La perfección es asunto de Dios”. Tus dificultades no te hacen menos persona; ellas son lo que te hacen ser la persona completa y única que fuiste creada para ser.
Creencia #4: “El tratamiento no funcionará/no ayudará”.
¿Cómo lo sabes? ¿Lo has intentado? Si lo has hecho, ¿has probado cada forma de tratamiento posible con todos los especialistas conocidos? Si no puedes responder afirmativamente a estas preguntas, entonces intenta reajustar tu creencia a: “Soy escéptico respecto a si mis esfuerzos de tratamiento tendrán resultados”. Este escepticismo saludable puede ayudarte a comprometerte por completo con el tratamiento, con los ojos abiertos al cambio. Puedes evaluar la dinámica entre tú y tu especialista, la modalidad de tratamiento y evaluar si estas combinan para producir resultados útiles. Si notas resultados positivos, entonces te has beneficiado de intentarlo. Si no, entonces tienes la oportunidad de cambiar a otro especialista y/o modalidad terapéutica o simplemente regresar a tu status quo anterior al tratamiento. Intentar algo no significa que estás atado a eso para toda la eternidad. Evalúa a través del compromiso en vez de generalizar ciegamente a través de la evasión.
Sólo pídelo
Los Beatles, en su canción “Help!” (ayuda), brindan una buena sinopsis de este problema. Puede que te digas a ti mismo: “Nunca necesité la ayuda de nadie de ninguna forma”, y eso hace que pedir ayuda con problemas de salud mental sea una tarea difícil. Pero entonces comprendes que “ahora esos días han partido, ya no estoy tan seguro de mí mismo”. Tu estado mental y tu funcionamiento actual ya no están a la altura de lo que te gustaría. Al replantearte la situación entiendes que “he cambiado de opinión y abrí las puertas”.
Al adaptar de forma sana tus pensamientos, te das permiso a ti mismo de tomar acción y dar los pasos necesarios para mejorar tu vida al pedir ayuda: “Ayúdame si puedes, me siento bajoneado, y aprecio que estés por aquí, ayúdame a poner mis pies de nuevo sobre la tierra, por favor, por favor ¡ayúdame!”.
Versión original: Aish Latino escrito por Tzaji Rosman