10 reglas para una comunicación efectiva
Cómo hablar para que tu cónyuge te escuche.
A pesar de poder comunicarte efectivamente con vecinos, compañeros de trabajo y amigos, para llegar a tu esposo/a necesitarás adherirte a las siguientes reglas.
1. Asegúrate que te está escuchando.
Si necesitas hablar con tu cónyuge sobre un tema importante o sensible, asegúrate que él o ella no esté demasiado enojado o distraído. Por lo general, es aconsejable comprobar la disposición de tu pareja preguntándole: “¿Me puedes escuchar ahora?”
Si te responde “no”, pregúntale cuándo piensa que podrá escucharte. Aunque esto puede posponer el momento de la conversación, incrementará las probabilidades de que seas escuchado cuando finalmente tengas el escenario.
2. Empieza con algo positivo.
Cuando necesites mantener una discusión seria con alguien, siempre es aconsejable comenzar con algo positivo. Debes ser sincero y no usar alabanzas artificiales como una forma de manipulación.
La gente automáticamente se pone a la defensiva cuando alguien comienza a decir cosas negativas, como críticas o quejas. Pero si los mismos comentarios están precedidos por un cumplido, entonces están mucho más abiertas a considerar lo que les dicen. Por lo tanto, si necesitas expresar tu descontento a tu cónyuge (¡¿Quién no?!), comienza la conversación ofreciendo algunas palabras de aprobación.
3. No ataques.
Los ataques son acusaciones que están al nivel de cargos criminales en una corte. Son pronunciados en un tono engreído que casi siempre provoca que el otro se ponga a la defensiva. Los ataques tienden a comenzar con “tú”, como “Tú eres…”, “Tú nunca…” o “Tú siempre…”.
La mejor manera de evitar atacar a tu pareja es intentar enmarcar tus comentarios usando oraciones de “yo”, para expresar tus sentimientos.
Sara sentía que su esposo Zeev era muy tacaño respecto a regalar dinero a sus hijos casados. Ella sentía que era egoísta cuando él insistía que quería su dinero para sí mismo.
En vez de arremeter contra Zeev con palabras poco favorecedoras, Sara aprendió a expresar sus sentimientos de una forma menos agresiva. Una noche, después de la cena, Sara le dijo a Zeev: “Me gustaría regalarle sun poco de dinero a nuestros hijos para ayudarlos con los gastos de las fiestas. Siempre que propuse esto en el pasado y te opusiste, me sentí decepcionada. Para mí, darles a nuestros hijos es como darme a mí misma, y me gustaría sentir que mi esposo por lo menos entiende mi postura”.
En un primer momento, Zeev no estuvo de acuerdo con la propuesta de darles regalos. Pero se quedó sentado suficiente tiempo como para escucharla. Esta fue la primera de muchas conversaciones que tuvieron sobre ese tema. Eventualmente, llegaron a un acuerdo que resultó en regalos más pequeños de lo que Sara quería al comienzo, pero con los cuales ella estuvo bastante satisfecha.
4. No exageres.
La exageración es una forma en la que desahogamos nuestros sentimientos cuando estamos molestos. Esto puede aliviar nuestra tensión interna, pero no hace mucho para promover la armonía matrimonial.
Cuando tu cónyuge escucha una pequeña exageración de tu parte, se siente completamente justificado para rechazar todo lo que tienes que decir. Por lo tanto, debes eliminar de tu léxico palabras tales como palabras como “siempre” y “nunca”.
5. No leas la mente.
A muchas personas les gusta jugar a ser un psicólogo amateur y descubrir lo que piensan los demás. Si asumimos que nuestra estimación de los motivos de nuestra pareja es absolutamente exacta, corremos el riesgo de inflamar los ánimos.
“En verdad no te preocupas por mí”, “Sabias que me molestaría”, y “Yo sé que en verdad no piensas lo que acabas de decir”… Todos estos son ejemplos de oraciones muy molestas en las que se «lee la mente» de la otra persona.
6. Enfócate en preferencias, no en principios.
A menudo, las parejas pretenden que sus sentimientos no son tan importantes como el “principio” involucrado. Al discutir, tratan desesperadamente de convencer al otro de que tienen “razón”.
Para “probar” que tienen razón, a menudo citan estadísticas, libros y artículos de revistas. Se refieren a ejemplos de amigos y vecinos. Cuando todo lo demás falla, afirman que su posición es “normal” o que “todo el mundo” piensa y actúa como ellos. Por lo tanto, sólo alguien que es anormal puede estar en desacuerdo.
Aunque creen que de esta manera dan fuerza a sus argumentos, en verdad los están debilitando. Sería mucho más productivo si hablaran de sus sentimientos. Es más fácil discutir sobre la filosofía de otra persona y no sobre sus sentimientos.
Si discutimos sobre nuestras preferencias, hay lugar para el compromiso y la resolución. Pero si hablamos sobre lo que es correcto o incorrecto, es menos probable que lleguemos a un acuerdo.
7. Explica qué te hizo sentir de la forma en que te sentiste.
La gente a menudo asume erróneamente que sus sentimientos son universales. Piensan: “Cualquiera se sentiría exactamente como yo me sentí”. Les parece tan obvio que sus sentimientos son “normales”, que no ven la necesidad de explicar a su pareja exactamente por qué se sienten de esa forma. En cambio, simplemente relatan los eventos molestos y dejan que la historia hable por sí misma.
Este es un serio error. Si no explicas exactamente cómo te sientes, en el lenguaje más específico posible, tu cónyuge no puede llegar a entender qué es lo que te molesto.
8. Clarifica tus necesidades.
No podrás obtener lo que deseas de tu esposo a menos que seas capaz de articular exactamente cuáles son tus necesidades. Tienes que decirle no sólo lo que te molesta, sino también lo que hubieras querido que se hiciera diferente.
A algunas personas les cuesta mucho explicar en detalle qué es lo que quieren de su pareja. “No tendría que pedirlo”, insisten. “Debería entender por sí mismo lo que quiero. Si tengo que pedirlo… ¡prefiero no tenerlo!”
Estas personas desean que sus esposos satisfagan sus necesidades sin decirles nada. Sin duda es muy gratificante que tus necesidades sean satisfechas sin siquiera pedirlo. Pero es ingenuo esperar ese nivel de servicio todo el tiempo. Las madres a menudo pueden anticipar las necesidades de sus hijos, especialmente cuando son bebés, sin que los niños tengan que pedirlo. Pero los esposos no pueden reproducir ese nivel de conexión maternal.
9. Limítate a uno o dos temas.
Los cónyuges a veces descubren que han acumulado una larga lista de quejas y reclamos. Cuando cada uno finalmente tiene su turno para hablar, a menudo intentan abordar demasiados temas de una vez.
La urgencia de “decirlo todo junto» es comprensible. Durante meses o años te has sentido incomprendido o que no te han escuchado. Ahora finalmente tienes la atención de tu pareja. Mientras tienes la oportunidad, quieres sacar todo a la luz.
Aunque es bastante común, esta práctica es contraproducente por varias razones. En primer lugar, quien escucha comienza a perder la paciencia cuando llegas al tercer o cuarto ítem de la lista de quejas. Pero todavía más importante: cuando se dice todo junto, ningún tema puede ser explorado en profundidad. Por lo tanto, es mucho mejor ser selectivo y escoger hablar sólo de uno o, como máximo, dos problemas en cada sesión de comunicación.
10. Deja al final tiempo para preguntas.
Siempre es una buena idea dejar de hablar antes de que tu pareja pierda la paciencia y permitirle formularte preguntas. Sólo a través de las preguntas de quien escucha, las palabras de quien habla son completamente entendidas. No aprenderías mucho asistiendo a una clase si nunca se te permitiera hacer preguntas. Similarmente, no te comunicarás efectivamente con tu pareja si no le das la oportunidad de formular preguntas para clarificar lo que acabas de decir.
Tomado con permiso del autor y de la editorial de “Ten Minutes a Day to a Better Marriage: Getting Your Spouse to Understand You”, por Dr. Meir Wikler (Artscroll/Mesorah Publications, 2003)
Versión: Aish Latino escrito por Dr. Meir Wikler