Me convertí en abuela en medio de la guerra
Una nueva vida despierta esperanza y también preocupación por su futuro.
En medio del dolor, la incertidumbre, la angustia de la guerra… me convertí en abuela.
Cuando por fin pude dejar atrás los miedos respecto a cómo íbamos a viajar al hospital y qué pasaría si en el camino sonaba la sirena… Después de haber presenciado la maravilla de un ser humano llegando a este mundo, mis sentimientos y mis pensamientos estaban muy revueltos.
En verdad hubo varias horas en las que me olvidé de todo, menos de ese milagro que estaba por tener lugar. Gracias a Dios, pudimos estar presentes, tranquilos.
¿Era legítimo sentir tanta alegría cuando nos rodea tanto luto? Imposible no sentirla. Además, eso es Am Israel Jai: siempre seguir adelante, siempre seguir construyendo, siempre con esperanzas por algo mejor.
Ahora tengo a mi nieto en mis brazos, acurrucado contra mi pecho. Le canto y trato de encontrar en sus ojos los secretos de su vida. No puedo evitar preguntarme cómo va a ser el mundo que conocerá, y simultáneamente elevar mis plegarias para que pueda conocer un mundo diferente, sin violencia, sin sirenas y sin amenazas.
Vuelvo a una escena del pasado. Debo haber tenido diez años. Estaba en el auto con mi papá. Él puso una canción en hebreo y empezó a cantarla. Le pregunté qué quería decir la letra y me explicó el estribillo: «Ani mavtiaj laj, ialdá shelí ktaná, she zot ihié hamiljamá haajaroná – te prometo mi pequeña hija, que esta será la última guerra».
Recuerdo que me largué a llorar. Sentí una angustia inmensa. Me imaginé un mundo que no conocía, de padres e hijos sufriendo terriblemente, y el anhelo de prometer a sus hijos un mundo mejor. Entonces no me imaginaba que un día yo también viviría en Israel, que cuando naciera mi primera hija junto con las felicitaciones y los pañales, saldría del hospital con una caja que era una cuna para protegerla si Sadam Hussein decidía atacar Israel. No me imaginé que tendría que pensar que las escuelas de mis hijos no tenían refugios anti bombas, ni que cuando llegara el momento de convertirme en abuela el país estaría siendo atacado desde el norte y desde el sur.
Pero vuelvo al presente y al bebé que tengo en mis brazos, que me mira con sus ojitos grises que empiezan a descubrirlo todo. Quisiera saber qué secretos escuchó antes de bajar a este mundo, quisiera que pudiera asegurarme que estamos cerca de experimentar cosas increíbles… Y quisiera poder asegurárselo yo a él, prometerle que esta va a ser la última guerra, que va a poder crecer, jugar tranquilo en las plazas, que no va a saber lo que es una sirena ni un terrorista.
Por eso me senté a escribir esto, para que un día cuando pueda leerlo sepa que es parte de algo enorme, de un pueblo increíble. Que su tatarabuela sobrevivió a Auschwitz y a pesar de todo pudo seguir adelante, formar una familia y mantener encendida una llama, que siguió pasando de mano en mano y hoy llega a él. Y que él también tiene la responsabilidad de mantenerla encendida y seguir transmitiéndola. Porque somos parte de un pueblo en el que si bien cada persona es increíblemente importante, a la vez todos juntos somos algo mucho más grande. Porque es increíble que haya nacido justo ahora, para recordarnos que seguimos adelante, que hay esperanza, que hay un futuro y que sólo sintiendo orgullo por lo que somos, haciendo lo que Hashem espera de nosotros, vamos a llegar a ese momento que yo tanto anhelo para él.
Que sea muy pronto, en nuestros días.
Versión original: Aish Latino escrito por Ariana Wajswol