Es mejor dar que recibir
El mejor atajo para llegar a la felicidad.
En un estudio muy citado, Elizabeth Dunn, profesora de psicología en la Universidad de Columbia Británica, dio a los participantes 5 o 20 dólares. A un grupo le dijeron que gastaran ese dinero para otras personas y a otro grupo le dijeron que lo gastaran para sí mismos. Los resultados demostraron que aquellos a quienes les dijeron gastarlo para otras personas eran significativamente más felices que los que gastaron el dinero en sí mismos, sin importar la cantidad de dinero que recibieron.
La felicidad no resulta al enfocarse en uno mismo, sino de la profunda satisfacción y gratificación de ayudar y dar a otros. Maimónides escribió que no hay mayor felicidad que dar alegría a otros, en especial a los menos privilegiados.
No hay mayor felicidad que dar alegría a otros, en especial a los menos privilegiados.
En una ocasión, alguien le escribió al Rebe de Lubavitch zt»l en un estado de profunda depresión y desesperanza. En esencia, la carta decía: «Me gustaría recibir ayuda del Rebe. Me despierto cada mañana triste y aprehensivo. No puedo concentrarme. Me cuesta rezar. Cumplo los mandamientos, pero no encuentro satisfacción espiritual. Voy a la sinagoga pero me siento solo. Comienzo a preguntarme qué sentido tiene la vida. Necesito ayuda».
El Rebe le envió una respuesta brillante sin usar ni una palabra. Simplemente marcó las primeras palabras de cada frase y le mandó de vuelta la carta. El autor de la carta entendió el mensaje: las primeras palabras de cada frase estaban siempre en primera persona, todo era «yo».
Una persona que está centrada en sí misma, un «tomador», no es feliz porque nunca puede recibir suficiente. Los «dadores» encuentran alegría al hacer algo por los demás y en consecuencia tienen más acceso a la felicidad, porque siempre hay amplias oportunidades de dar.
Dunn descubrió que un regalo extremadamente subestimado es mucho más simple y barato de lo que piensas: el regalo de la gratitud. Ella observó: «La investigación muestra que a la gente le encanta escuchar expresiones de gratitud. Eso hace que la gente sea muy feliz». No tienes que gastar mucho dinero ni encontrar el regalo perfecto. «Escribir cálidas notas de agradecimiento es un regalo en sí mismo».
El nombre de Moshé
Moshé tuvo muchos nombres, sin embargo el que se conoce universalmente es el nombre que le dio Batia, la hija del faraón, quien lo salvó del río cuando era un bebé. ¿Por qué no usar el nombre que le había dado su propia madre?
La Torá respalda el nombre de Moshé como un agradecimiento perpetuo a Batia por su acto valiente y generoso. A veces, un acto de generosidad es tan grande que no se puede pagar de otra manera fuera de no dejar nunca de agradecerlo.
Han dicho que las mejores cosas de la vida no son cosas. Si bien hay «cosas», necesidades sin las cuales no podemos vivir, y hay «cosas» que constituyen regalos maravillosos, sentimentales y prácticos, a veces el mayor regalo no es una cosa sino un compromiso a mejorar y volvernos mejores personas.
No en vez de los regalos materiales, sino junto a ellos, podemos regalar a nuestro cónyuge un compromiso a ser mejores esposos o esposas, podemos regalar a nuestros padres un plan práctico de cómo ser mejores hijos, podemos demostrar a nuestro amigo el regalo de una amistad más leal. Estos regalos no quebrarán nuestra cuenta bancaria, no cuestan nada, pero son invaluables.
Si quieres encontrar la felicidad, no te enfoques en recibir sino en dar. Da un regalo a alguien sin ninguna razón, hazlo sentir reconocido y visible. Eso iluminará su rostro con una sonrisa y alegrará su corazón. Brinda el regalo de la gratitud a quienes han enriquecido tu vida. No te limites a murmurar un «gracias», tómate el tiempo de escribir una linda nota y comunícalo de forma significativa.
Pero el mayor regalo que puedes darte a ti mismo y a quienes te rodean, es convertirte en la mejor versión de ti mismo, la persona que ellos merecen que tú seas.
Versión original: Aish Latino escrito por Rav Efrem Goldberg
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