El duelo en el judaísmo
En ningún otro momento de su vida el ser humano necesita tanta compañía como en este período de dolor.
El judaísmo tiene una gran experiencia en lo relativo al alma de la persona. Con su profundo conocimiento sobre los logros y locuras, grandezas y debilidades del hombre, ha ideado un sistema muy sabio de períodos en el proceso del duelo por el fallecimiento de un ser querido. Durante este tiempo, el doliente puede expresar su dolor y liberarse con una regularidad calculada, de las tensiones causadas por su duelo.
La religión judía provee un acercamiento estructurado hacia el duelo que se divide en cinco etapas:
La primera etapa: aninut
Este es el período entre la muerte y el entierro, cuando la desesperación es más intensa. En este momento, quien está de duelo, está exento de todos los requerimientos religiosos más importantes en reconocimiento a su desconcierto mental.
La segunda etapa: lamentación
El período consiste en los primeros tres días que suceden al entierro, días dedicados al llanto y la lamentación. Durante este tiempo, el enlutado no debe responder inclusive a saludos y debe permanecer en su hogar (exceptuando en ciertas circunstancias). Es un tiempo en el cual el enlutado todavía esta muy desalentado y la herida está aún muy fresca, y es por eso que es todavía muy temprano para consolarlo. Durante este tiempo el enlutado permanece en su casa, expresando su dolor vistiendo ropas rasgadas, sentándose en un lugar bajo, usando sandalias, absteniéndose de rasurarse, no arreglándose y recitando el kadish.
La tercera etapa: shivá
Esta etapa cubre los siete días que suceden al entierro, e incluyen el período de tres días de lamentación que recordamos anteriormente. Durante esta fase, el enlutado sale de una fase de intenso dolor y empieza una etapa en la cual su estado de ánimo está ya preparado para hablar de su pérdida y aceptar el consuelo de sus familiares y vecinos.
El mundo se agranda para el enlutado. Continúa sin rasurarse, usando ropa rasgada, y llevando a cabo las distintas costumbres de la segunda fase, sin embargo él puede relacionarse con las personas que vienen a su casa a expresarle empatía por su dolor.
Una obligación de todo judío – sin importar la relación que tengan con el difunto o con los familiares – es la de ir a consolar a quienes están de duelo.
Una obligación muy sagrada para todo judío – sin importar la relación que tengan con el difunto o con los familiares – es la de ir a consolar a quienes están de duelo. De acuerdo con la ley, ellos son: el padre, la madre, la esposa o el esposo, el hijo y la hija (casados o solteros), el hermano y la hermana (medio hermano o hermana) del difunto.
Para el judaísmo, tener compasión por medio del consuelo es considerado una mitzvá, que para muchos es una obligación bíblica. La persona tiene la obligación de imitar a Dios: así como Dios reconforta a los afligidos, asimismo, la persona debe hacerlo.
El propósito fundamental de la condolencia durante la shivá es aliviar al enlutado de la intolerable carga que produce la pérdida de un ser querido. En ningún otro momento de su vida el ser humano necesita tanta compañía como en este período de dolor.
La impresión que sintió ante la muerte de su familiar empieza a desvanecerse. El aislamiento del mundo y de la gente empieza a disminuir y de alguna manera todo comienza a regresar a la normalidad para el deudo.
La cuarta etapa: los sheloshim
Este período consiste en los treinta días (incluyendo los 7 días de shivá) posteriores al entierro. El enlutado está obligado a salir de su casa después de la shivá reincorporándose lentamente a la sociedad, pero siempre recordando que no ha pasado suficiente tiempo como para llevar una vida social absolutamente normal y plena.
Rasurarse y cortarse el pelo todavía está prohibido para él, así como cortarse las uñas y lavarse el cuerpo por placer, aunque por limpieza está permitido bañarse.
La quinta etapa: un año de duelo
Después de los sheloshim, comienza la quinta etapa: el período de 12 meses desde el día del entierro. En esta etapa las cosas comienzan a regresar a la normalidad y el trabajo a su rutina, pero los sentimiento internos del enlutado siguen estando heridos por la pérdida del ser querido.
Durante este período de los doce meses el enlutado tiene prohibido participar de fiestas, tanto públicas como privadas. Su participación en estas reuniones, simplemente no es congruente con la depresión y la tristeza que el enlutado siente durante este año. Es absurdo para el enlutado bailar alegremente después de que su ser querido ha fallecido recientemente.
Es por eso que los Sabios decretaron que así como la separación de la vida social debe durar una semana, la separación de ocasiones de alegría y regocijo para una persona que ha perdido a su padre o a su madre es de un año de duración. Sin embargo, para una persona que ha perdido alguno de los familiares cercanos recordados anteriormente (excluyendo a la madre y al padre) el período de abstención de situaciones de alegría sólo dura treinta días. La alegría, en a los períodos del duelo, está íntimamente relacionada con eventos públicos y sociales, más que con satisfacciones personales.
Al finalizar el año de duelo, el enlutado debe recordar a su ser querido en izkor o en su ior-tzait (aniversario de fallecimiento). De hecho, la tradición judía reprueba a la persona que desea seguir su duelo después del período decretado por los Sabios.
Recitando el kadish
El kadish es recitado en todo servicio en la sinagoga, de mañana, de tarde y de noche; en shabat y fiestas; en días de ayuno y de regocijo.
El período en el que el enlutado recita el kadish por sus padres, es teóricamente un año calendario entero. Se considera que la persona que falleció está siendo partícipe de un juicio Divino. Por lo tanto, algunas comunidades acostumbran recitar kadish en cualquier caso por un período de doce meses.
Sin embargo, ya que un año entero es considerado la duración del juicio de un malvado, y nosotros presumimos que nuestros padres no están en esa categoría, la práctica en la mayoría de las comunidades es recitar el kadish durante once meses.
El kadish sólo debe ser recitado en presencia de un minián, que consiste en la presencia de diez hombres mayores de 13 años. Si hay nueve adultos y un menor, esto no es considerado un minián.
El Izkor y el Iortzait
El izkor es una ceremonia en la que se recuerda a todos los difuntos, y se dice en ciertos servicios en la sinagoga. El iortzait es el día del aniversario del fallecimiento de la persona y puede ser observado por cualquier familiar o amigo, pero es principalmente recordado por los hijos en memoria de sus padres.
El izkor fue instituido para que el judío pudiera rendirle un homenaje a sus seres queridos. Este servicio está basado en un principio básico de la vida judía, el mismo que motiva y anima la recitación del Kadish.
Está basado en la firme creencia de que los vivos por medio de actos de bondad, pueden redimir a los muertos. El hijo puede darle honor al padre. El «mérito de los hijos» puede reflejar el «valor de los padres».
Este mérito se logra, principalmente, viviendo en un plano elevado de valores éticos y morales, siendo sensible a las demandas de Dios y a las necesidades de los demás seres humanos. La expresión de este mérito es alcanzada por medio del rezo a D-os y por las contribuciones de caridad.
El iortzait es un día especial de observancias para conmemorar el aniversario de la muerte de alguno de los padres. Aunque el origen de la palabra es alemán, la costumbre está escrita en el Talmud.
La conmemoración religiosa se registra no como un mandamiento, sino como la descripción de un sentimiento instintivo de tristeza. Un recordatorio anual de la tragedia, que impulsa a uno a evitar comer carne y tomar vino; símbolos de fiesta y alegría, la materia prima de la vida.
Versión original: Aish Latino escrito por Rav Maurice Lamm