El placer está en el ojo del espectador
Siempre es interesante observar cómo dos personas pueden ver exactamente lo mismo de dos formas completamente diferentes. Por ejemplo, el estado de Israel tiene diferentes significados religiosos para diferentes grupos de judíos. Algunos, como el grupo Neturei Karta, se oponen al establecimiento y a la existencia del estado de Israel, y creen que el estado evita y pospone la redención final del Mashíaj. Por otro lado, los sionistas religiosos creen que el estado de Israel es un milagroso regalo de Dios, que es el comienzo del proceso de redención y constituye el cumplimiento de las profecías bíblicas. Lo interesante es que estas perspectivas completamente opuestas se basan en los mismos hechos históricos y se presentan a través de los mismos textos religiosos. De forma similar, si dos personas observan un objeto, uno desde el frente y otro desde atrás, pueden llegar a tener dos perspectivas diversas respecto a cómo se ve, a pesar de observar el mismo objeto. Y, por supuesto, al interpretar el significado de un objeto o de un evento en particular, también entran en juego los preconceptos y las experiencias previas de cada individuo.
El Talmud describe dos clases diferentes de huéspedes, uno bueno y uno malo:
¿Qué dice un buen huésped? «¡Cuánto trabajo se tomó el anfitrión para recibirme! ¡Cuánta carne y vino, cuánto pan me sirvió! Todo el esfuerzo que realizó fue sólo para mí». ¿Pero qué dice un mal huésped? «¿En qué tuvo que esforzarse el anfitrión? Yo sólo comí un pedazo de pan y bebí una copa de vino. Todo el esfuerzo que hizo fue sólo para su esposa y sus hijos» (Talmud Bavli, Tratado Brajot 58a).
Dos huéspedes del mismo anfitrión pueden elegir ver la misma experiencia desde dos perspectivas completamente diferentes. Sus opciones, de acuerdo con el Talmud, no reflejan al anfitrión, sino que más bien definen al huésped. La Torá alude a este fenómeno al describir los efectos de la tzaraat (comúnmente traducido como lepra), una manifestación física de una enfermedad espiritual. En contraste con una afección regular de la piel que se presenta en el exterior del cuerpo, al describir esta condición está escrito que está «en la persona» (Levítico 13:9). El Talmud menciona siete causas diferentes para esta enfermedad, la más conocida de ellas es la calumnia y el habla indebida, o lashón hará (Talmud Bavli, Tratado Arajín 15b). Pero otra causa que menciona el Talmud es tzarut ain, una visión estrecha: ver lo negativo en una situación determinada o en una persona (Talmud Bavli, Tratado Arajín 16a).
Al describir la tzaraat, la Torá usa repetidamente el término nega, que significa afección. Interesantemente, el término nega es un anagrama de la palabra que con las mismas letras tiene un significado completamente opuesto: oneg, que significa placer. Un antiguo libro de misticismo judío afirma que «No hay un bien mayor que el oneg y no hay un mal más bajo que nega» (Séfer Ietzirá 2:7). Ambas palabras contienen las letras nun y guimel una al lado de la otra. La única diferencia es la ubicación de la letra ain. Además de ser una letra, la palabra ain significa «ojo». Basado en una inferencia citada en el Sefat Emet, podemos extrapolar un significado más profundo dentro de estas palabras hebreas. Dependiendo de dónde se coloque, ain (el ojo) puede transformar a las otras dos letras de significar una aflicción a significar placer. En la vida, nuestra experiencia de cualquier situación puede alterarse por completo por los lentes singulares a través de los cuales la percibamos. Cuando miramos a través de lentes negativas, veremos una nega, una aflicción dolorosa. Pero si acomodamos nuestro ojo para ver la parte más brillante, la misma situación puede sufrir una transformación positiva.
En la conclusión de su descripción de la aflicción de tzaraat, la Torá declara que la forma final en la que el sacerdote evaluará si una afección es o no considerada tzaraat, es revisar si la nega ha «transformado su ain (ojo)» (Levítico 13:55), Este críptico versículo ahora tiene sentido: el único remedio para la enfermedad de la visión estrecha es cambiar de paradigmas y mirar a través de lentes diferentes. Sobre esta enfermedad, la Mishná dice: «Incluso si [la persona afectada] es un erudito de la Torá que cree con certeza que la aflicción existe, no debe emitir un juicio [negativo] con una declaración definitiva» (Mishná, Tratado Negaim 12:5, basado en Levítico 14:35). La razón para esta ley es que uno debe aprender a admitir con humildad las limitaciones de su propio entendimiento, porque sólo Dios sabe con certeza el verdadero significado detrás de una situación (Mizraji sobre Levítico 14:35). Tosafot Iom Tov lleva esto un paso más adelante y declara que al calificar algo como destructivo o negativo aseguramos que eso ocurra. Esto transmite la fuerza de la actitud del individuo en la transformación de una situación.
Si en la vida buscamos lo malo, siempre lo encontraremos. Declarar que una situación está condenada puede generar una profecía que se cumple a sí misma. Sin embargo, si nos esforzamos lo suficiente para ver el mundo a través de lentes positivas, metafóricamente posicionando el «ojo» (la letra ain) de forma adecuada, entonces incluso algo supuestamente malo puede resultar ser bueno.
Versión original: Aish Latino escrito por Rav Benji Levy