Extirpación del apéndice podría prevenir el mal del Parkinson: UNAM
La extirpación del apéndice podría prevenir el mal del Parkinson, según una investigación realizada por Gregorio Rafael Benítez Peralta, académico de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El universitario aseguró que la clave podría estar en la proteína alfa-sinucleína, característica patológica de esa enfermedad y estrechamente relacionada con su inicio y progresión, misma que el apéndice contiene en grandes cantidades por lo que estudios recientes sugieren que su extirpación podría prevenir la afección.
No obstante, recomendó no quitarlo como forma de prevención, pues sólo retardaría la presencia del Parkinson.
Explicó que en enfermedades como el Parkinson y la demencia, la alfa-sinucleína forma los cuerpos de Lewy, es decir, explicó, depósitos de proteínas que se forman en células nerviosas de las regiones cerebrales vinculadas al pensamiento, memoria y movimiento-.
Mientras que la apendicitis es, añadió, la inflamación de esa porción del intestino por diferentes orígenes tales como: infección por bacterias, acumulación de heces, parásitos, torsión del apéndice e incluso tumores.
Asimismo, detalló, que la apendicitis se clasifica en etapas de acuerdo con su evolución: catarral, cuando se obstruye; flegmonosa, cuando tiene una inflamación leve; y úlcero-flegmonosa, cuando está supurado, gangrenoso o perforado y las bacterias más comunes asociadas a ella son Escherichia coli, Streptococcus viridans y bacteroides.
Benítez Peralta subrayó que la apendicitis aguda representa la patología quirúrgica más común en la infancia y se presenta en uno o dos casos por cada 10 mil niños menores de cuatro años, y 25 casos por cada 10 mil de cuatro a 17 años.
Además, uno de cada 15 a 20 mexicanos presentará apendicitis aguda en algún momento de su vida.
El académico recordó que la función del apéndice siempre ha sido un misterio, pero investigaciones recientes señalan que quizá desempeña un papel en el sistema digestivo y en el inmunitario, al actuar como un depósito de bacterias valiosas, que se alistan cuando el tracto intestinal pierde su función, “una flora intestinal beneficiosa”.
Aseveró que en muchos casos las manifestaciones de apendicitis pueden ser vagas e inciertas, incluso similares a otras infecciones gastrointestinales, debido a que “el apéndice puede moverse como las manecillas del reloj, y en ocasiones está en diversos lugares del abdomen, por eso el dolor puede manifestarse en diferentes sitios”.
Y aunque no hay un estudio clínico de laboratorio que diagnostique la apendicitis, el universitario consideró de suma importancia realizarse exámenes como biometría hemática general de orina y de imagenología, ultrasonido o tomografía, para detectar síntomas que ayuden al médico a obtener un diagnóstico acertado.
Benítez Peralta dijo que en las primeras etapas, la apendicitis puede atenderse con antibióticos, pero si evoluciona y no es atendida el paciente podría tener un choque séptico y probablemente fallecer.
El académico explicó que el appendix vermiformis, (como se conoce científicamente debido a que tiene forma de vermis, gusano o tornillo) es una porción del intestino grueso localizado cerca de la terminación del intestino delgado y donde comienza el otra porción del intestino llamado “ciego” que es una bolsa cerrada.
Detalló que su longitud puede alcanzar entre ocho y 12 centímetros y recibe su nombre por ser una especie de colgajo del intestino, pues cuelga como péndulo.
Además, indicó, el “ciego” contiene muchos ganglios linfáticos por lo que se conoce como “las amígdalas intestinales” y debido a que tiene entrada, pero no salida, en él se acumulan fácilmente partículas de alimentos y puede causar inflamación.