La guerra entre las generaciones
El mundo de las redes, particularmente de Twiter, es el escenario central, donde todo parece ser posible de decir.
Viejos meados, vinagres, dinosaurios, seniles, inútiles, prostáticos, cagados, ratas, idiotas…Poco a poco hemos ido asimilando, desde un discurso que emerge desde la chicana política, palabras, criterios o metáforas de la vejez rayanas con el agravio, la descalificación y el rechazo.
Lamentablemente han conseguido insertase en lo social, sin que medie la vergüenza y el horror de mencionarlas o escucharlas. Así, el prejuicio viejista ha tomado formas inéditas en donde, la descalificación del otro, por el simple hecho de tener más edad, se convierte en una herramienta de guerra entre las generaciones.
El mundo de las redes, particularmente de Twiter, es el escenario central, donde todo parece ser posible de decir, aunque ha habido un efecto de contagio en otros medios e incluso en el diálogo cotidiano. Tendencia que vemos en todas las regiones de América como México, Colombia, Uruguay o EEUU.
Curiosamente este tipo de estigmatización está siendo asimilado en diversos grupos políticos o tendencias ideológicas, mostrando un nivel de crítica a la vejez que pocas veces había sido tan obscena y brutal.
Anteriormente, quienes participamos en el campo gerontológico, solíamos criticar la mención universalizante de abuelo, ciertas burlas más explícitas sobre la condición estética y otras de más gravedad, aunque mucho menos elocuentes. Sin embargo, nunca se llegó a niveles de violencia tan dañina.
El análisis de estas expresiones muestra algunos criterios que centralizan las críticas a las personas mayores.
La edad de los supuestos viejos nunca es clara. Incluso, la imprecisión indicaría que cualquier individuo de más edad que el que escribe puede servir para ello. De igual manera se atribuye a las estructuras partidarias más antiguas y con personas de más edad (como en su momento, la de Juntos por el cambio).
Aún más, muchos cincuentones ya son explícitamente acusados con estos epítetos. Por lo tanto, la edad puede aparecer como un elemento ofensivo que remite tanto a los años del contrincante como al posicionamiento político institucional de los mismos.
Uno de los modos en que se expresa la crítica a la vejez es a través de una falacia ad hominem, es decir por quien lo dice, y en particular por su edad, y no por lo que dice. Buscando destituir al adversario, certificando que los años son un elemento negativo para dar opiniones políticas.
El aspecto que se presenta a menudo es el del viejo recluido, para el que se utilizan analogías con los animales prehistóricos de Jurassic Park, con olor a naftalina y, en su versión más aberrante, como la del fósil que parece salir de un cajón o la de aquellos que fueron resucitados para una acción en particular. Intentando mostrar un desajuste de la realidad y en la que los viejos parecen haberse quedado fuera, con ideas extemporáneas e inadecuadas.
Las dificultades de la próstata y del control de la micción son uno de los puntos de referencia más repetidos (incluso se ven más críticas a varones que a mujeres por dicho control). Lo que se busca es desconsiderar cualquier recurso o capacidad para lo político ya que se lo asocia con regresiones infantiles que darían una fuerte incapacidad de dominio de sí, llegando a su punto extremo con la figura del “viejo cagado”.
Otros términos agraviantes son los que asocian la vejez con rasgos personales, relevándose la inutilidad, idiotez, el carácter avinagrado, hacer el ridículo y con olvidos, o aún más, con la enfermedad de Alzheimer. Lo que indica una suma de limitaciones que invalidan y vuelven desagradables a las personas mayores, así como ponen en peligro a la sociedad, de no prevenirse de los mismos.
El caso de Biden ha sido muy destacado, no solo por ciertos olvidos o confusiones, sino ante cualquier posible tropiezo, en el cual la burla aparece de una manera manifiesta, repetida y con un claro uso político de los grupos rivales al presidente de EEUU.
Finalmente aparece la representación del viejo y su relación al Estado, como un traidor, que vive o vivió del mismo, aprovechador y poco creíble, en conexión con el término de “vieja rata”. Dicha imagen de la vejez, buscaría contrastar con la del joven, que representaría los valores morales positivos y que no estaría contaminado por su relación con los gobiernos.
Pensábamos que ciertas creencias, que ya fueron demolidas por la ciencia, no deberían volver a ser consideradas. Sin embargo, vemos una suerte de expulsión en la que se promueve la salida del viejo como sujeto político, capaz de reclamar, involucrarse con su sociedad y su época, dejando en manos de los jóvenes que parecen conocer mejor lo que les conviene.
Esta promesa juvenil y de rechazo a los viejos no es nueva en la historia ya que los recambios generacionales e ideológicos suelen ir de la mano. Lo que no es habitual es la violencia con la que se instaló este discurso.
Para algunos pueden ser solo palabras, para otros, en los que me incluyo, son el modo de construir una realidad en la que los viejos puedan “justificadamente” ser descartables.
Versión original: Clarín escrito por Ricardo Iacub