Las tres generaciones de padres afectuosos que dieron forma a nuestra familia
Nuestro sueño era construir una cálida familia judía. No íbamos a dejar que una serie de desafíos se interpusieran en el camino.
Los padres de mi suegro eran refugiados de los pogromos de Rusia. Ellos llegaron a las costas de Norteamérica con nada más que esperanzas. Se casaron y tuvieron dos hijos. Mama usaba su máquina de coser para crear y arreglar prendas y Papa cortaba carne en una carnicería. Todos sus clientes hablaban en ídish, al igual que su esposa y sus hijos. Era el Bronx en la década de 1920.
Muchos años después nació mi suegro. ¡Sorpresa! Sus otros dos hijos ya eran casi adolescentes. No había demasiado tiempo ni interés para el pequeño Norman. Afortunadamente, él vivía en un edificio con algunos otros miembros de la familia que ayudaban con cenas y abrazos.
Cuando Norman era un niño y se estaba recuperando de una neumonía, lo enviaron a un hogar de convalecencia para niños en las montañas, donde podría respirar un aire más puro que el que le ofrecía la ciudad. Cuando su madre lo dejó allí, no se tomó el tiempo de explicarle que regresaría cuando él estuviera mejor. Norman pensó que ese era su nuevo hogar y decidió que si era así, lo mejor era aprovecharlo al máximo. Entonces se dispuso a hacer nuevos amigos.
Perseverancia. Fijarse una meta y no rendirse. Nunca.
No sé cuándo fue que Norman lo decidió, pero era muy joven cuando decidió que quería tener una familia cálida y afectuosa.
Aunque sus padres sabían poco sobre judaísmo, Norman sabía que sólo se casaría con alguien judío. Él buscó a una jovencita que viniera del amor y que supiera más que él de judaísmo. Él también quería un hogar judío. Un cálido hogar judío.
Norman se casó con Tova Hellerman en 1952. Tuvieron tres niños y una niña. Juntos trabajaron duro para crear no sólo una familia judía cálida, sino una familia con amor al judaísmo. Mientras Tova acurrucaba a los niños, Norman ganaba casi lo suficiente para mantener juntos el cuerpo y el alma, con un poco de ayuda de los Hellerman. A medida que los niños maduraban, también lo hacían los adultos. Con su familia creciendo muy bien, comenzaron a incluir a la comunidad en sus planes.
Ellos construyeron la comunidad y la comunidad los construyó a ellos. En Clearwater, Florida, durante los años 70, ellos recibían a todos los visitantes que necesitaban un hogar kasher. También mantenían en funcionamiento la pequeña sinagoga del barrio, y agregaron tanto sabor judío a la comunidad como podía llegar a hacerlo una familia.
Luego, cuando se mudaron a Manhattan, hicieron campaña en beneficio de los judíos soviéticos, y Tova fundó el Bikur Jolim del hospital Sloan Kettering. Norman fue activo en crear una sucá comunitaria con comidas preparadas para quienes vivían en departamentos. Ambos trabajaron para llevar a eruditos a su sinagoga, y recibieron muchos huéspedes en la mayoría de sus comidas de Shabat.
Durante décadas, Norman construyo con sumo cuidado su familia y su comunidad, con perseverancia y amor.
Cuando falleció, hace nueve años, casi a los 85, asistió muchísima gente a su funeral. Frente a todos estaban sus cuatro hijos, sus esposos y sus 14 nietos. Cada uno tenía una historia, en verdad muchas, sobre el partido que vio con ellos, sus campeonatos que nunca se perdía, la laptop que él compró, la cuota escolar que pagó, el chocolate que compartió y el consejo que dio. Todos estaban llorando y lo amaban, porque él los había amado tanto.
Él tomó la decisión cuando era un niño pequeño, y ganó. Le llevó décadas, pero construyó su sueño.
Yo me casé con el hijo menor de Norman y Tova, Efraim. Nuestro sueño fue claro desde el comienzo: queríamos una cálida familia judía. Pero yo no venía de una familia como la de Efraim. Mis padres se habían divorciado, y utilizaron tantos recursos para volver a dar forma a sus propias vidas que a menudo no quedaba nada para sus hijos. Por lo que nos comprometimos mutuamente. Estábamos en esto a largo plazo, nos mantendríamos juntos sin importar lo que ocurriera.
Desde problemas de comportamiento a dificultades de aprendizaje, desde ansiedad a depresión, de TDAH a trastorno bipolar, tuvimos una gran cantidad de desafíos.
Comenzamos con fuerza, ansiosos por lograr que todo funcionara, y tuvimos un bebé tras otro. Mientras yo acurrucaba a los niños, Efraim ganaba lo suficiente para mantener juntos el cuerpo y el alma (con algo de ayuda de padres afectuosos). A medida que nuestros hijos maduraron, también nosotros maduramos. Como teníamos grandes ejemplos, incluimos a la comunidad en nuestros planes de crecimiento desde el principio. Recibimos muchos invitados y ayudamos a mantener en funcionamiento la sinagoga, creamos clases y eventos, participamos en juntas escolares y fuimos voluntarios en las escuelas.
Como dice el refrán: hijos pequeños, problemas pequeños; hijos grandes, problemas grandes. Esto sin duda parece ser cierto en nuestra familia. Desde problemas de comportamiento a dificultades de aprendizaje, desde ansiedad a depresión, de TDAH a trastorno bipolar, tuvimos una gran cantidad de desafíos. Pero mantuvimos nuestro objetivo en mente: una cálida familia judía.
Pagamos matrículas escolares, pagamos psicólogos, médicos, tutores, farmacéuticos, campamentos, hipotecas, ayuda para la limpieza, las compras del supermercado e incluso al florista de vez en cuando (todo esto antes de Amazon). Nos quedamos sin dinero y pedimos prestado. Y lo devolvimos.
Aprendimos a vivir con menos cosas y con más amor
Entonces nos dimos cuenta que Efraim estaba trabajando tan duro para ganar lo que necesitábamos para mantener juntos el cuerpo y el alma que casi nunca lo veíamos. Y recordamos nuestro sueño: una cálida familia judía. No queríamos esperar hasta que los niños crecieran para que tuvieran el padre que esperábamos.
Decidimos mudarnos. A una ciudad con un ritmo más lento, con una cultura menos materialista. Renunciamos a la mitad de nuestros ingresos para «comprar» un padre para nuestra familia. Nos volvimos a endeudar. Lo volvimos a pagar. Y aprendimos a vivir con menos cosas y con más amor.
Cuando los desafíos se volvieron más difíciles, nos miramos a los ojos una y otra vez. Elegimos el amor. Ya lo habíamos visto funcionar, nos había funcionado antes y confiamos en que podríamos volver a hacerlo funcionar. Con más de 36 años de matrimonio, y ayuda de Arriba, nuestro sueño se está volviendo realidad.
A medida que cada uno de nuestros hijos forma su propia familia, los vemos soñar. Los padres afectuosos, presentes, son fundamentales para sus aspiraciones. Cada uno tiene desafíos y sus propias fortalezas. Qué alegría es verlos preparar el desayuno, caminar, tomar decisiones, como su abuelo, como su padre, como sus hermanos, construyendo cálidas familias judías, llenas de amor, llenas de esperanza por un futuro judío repleto de amor.
Versión original: Aish Latino escrito por Aliza Bulow