Ni «abuelitos» ni «ancianos»: cómo referirse a una persona mayor y no perpetuar la discriminación
Cuántas veces hemos escuchado en la vía pública, en algún local comercial o un microbús a personas refiriéndose a otras como “abuelito” o “tatita” cuando ni siquiera existe alguna relación de parentesco.
Quienes utilizan estas formas, seguramente creen que es una forma de llamarles con cariño e incluso respeto, pero lo cierto es que está lejos de eso, ya que solo contribuye a un estigma que no hace nada bien a las personas mayores.
Actualmente, la Convención Interamericana de Protección de los Derechos de las Personas Mayores, ofrece un acuerdo y mandato que exige a las naciones, siendo el principal objetivo “promover, proteger y asegurar el reconocimiento y el pleno goce y ejercicio, en condiciones de igualdad, de todos los derechos humanos y libertades fundamentales de la persona mayor, a fin de contribuir a su plena inclusión, integración y participación en la sociedad”.
En ese sentido, el fomentar una actitud positiva hacia la vejez y desincentivar aquellos adjetivos relacionados con el sufrimiendo para referirse a una persona que vive con alguna enfermedad producto o no de su edad, es una tarea primordial que tienen los Estados que sucriben a esta Convención.
Y como sabemos que el lenguaje y la comunicación construyen realidades, es sumamente importante replantear las formas en que llamamos a las personas mayores incluso en medios de comunicación masiva. Debemos abandonar el “viejito/a”, “anciano/a”, “tatita” o “abuelo/a”, “jubilado/a”, porque estos términos no hacen más que invisibilizar la heterogeneidad de este grupo etario y les asigna un valor peyorativo que no representa un trato digno, respetuoso y considerado hacia tales.
Es por que ello que las únicas expresiones válidas y con enfoque de género que debemos utilizar, son las de persona mayor; adulto mayor.
Y si hablamos de lenguaje y discursos, los medios de comunicación tienen una tarea fundamental, que es la de erradicar el edadismo en sus mensajes. En la investigación Edadismo en medios masivos de comunicación: una forma de maltrato discursivo hacia las personas mayores, de la periodista Stephany Bravo-Segal y publicada por la Universidad de Barcelona, se señala que este tipo de discursos representan una “violencia simbólica porque, a través de diversas narrativas estereotipadas y enfoques sesgados, se reproducen e imponen significados, creencias e ideologías dominantes que se normalizan con su reproducción continua“.
Bravo-Segal señala -a modo de ejemplo- “que la construcción de una vejez con características juveniles posiciona y legitima a la juventud como identidad superior”, en tanto, “la representación de la persona mayor como víctima o beneficiaria de bienes y servicios sitúa al colectivo de personas mayores como frágil o vulnerable respecto a otros grupos etarios”, por ende las sitúa en una esfera sin espacio a la diversidad.
En esta línea, Agnieszka Bozanic, psicogerontóloga y presidenta de la Fundación GeroActivismo, explica que “uno de los estereotipos más comunes es pensar que las personas mayores son todas iguales, sin embargo, es el grupo más heterogéneo que existe, es por esto que se habla de ‘las vejeces’, es decir, de un periodo vital que da cuenta de sujetos de distintas generaciones que han vivido circunstancias históricas y socioculturales diversas, con trayectorias vitales distintas y con demandas y recursos diferentes”.
En vista de esta problemática, GeroActivismo, en conjunto con la Brigada de Comunicación Feminista (Bricofem), elaboró la Guía de Comunicación Responsable hacia Personas Mayores, con el objetivo de erradicar el mal uso de conceptos y términos adjetivos discriminatorios para sustituirlos con términos correctos, responsables y sostenibles.
“Cuando usamos términos inadecuados, muchas veces de forma inconsciente, aparece la discriminación. Algunos podrían considerarlo anecdótico, pero lo cierto es que el edadismo tiene serias consecuencias en la salud tanto física como mental de las personas mayores. Diversos estudios establecen que afecta la longevidad y se ha asociado a obesidad, demencia y depresión, por lo tanto, es un tema urgente de hablar y abordar en la agenda país de forma intersectorial”, asegura Bozanic.
Un trato digno, respetuoso y considerado hacia la persona mayor debe primar en nuestros discursos y formas de actuar. Y una forma de contribuir a esta necesidad es impulsar acciones de divulgación y promoción de los derechos y empoderamiento de la persona mayor.
Versión original: Página 7 escrito por Pablo Cabeza