Relaciones y Autoestima
Como amar y ser amado
Las personas emocionalmente sanas generalmente tienen relaciones positivas. En cambio, aquellas que parecen no llevarse bien con nadie son a menudo emocionalmente inestables. Nuestra autoestima tiene un impacto directo en la calidad de nuestras relaciones.
Si nos falta autoestima, no podemos amarnos a nosotros mismos completamente. Para llenar este vacío emocional, nos volvemos hacia el mundo buscando aprobación. Esta conducta ilumina la fuente de todas las emociones negativas y los conflictos interpersonales. La aceptación y el reconocimiento que anhelamos vienen en forma de honor y respeto. Creemos erróneamente que si tan sólo los demás nos respetaran, nosotros seríamos capaces de respetarnos a nosotros mismos, convirtiendo la adoración y los elogios de otros en auto-amor. Nuestra valoración personal está por lo tanto, dependiendo de la opinión de otras personas.
Cuando dependemos de otros para validarnos, nos volvemos tensos y vulnerables, en la medida en que sobre-analizamos cada mirada fugaz y comentario al paso. No importa demasiado cuanto respeto y adoración recibamos; somos como una taza sin fondo: en el momento en que dejamos de recibir esta atención, estamos tan vacíos y sedientos como estábamos antes. Sí, están esos momentos de fugaz satisfacción, pero en última instancia seguimos estando vacíos por dentro.
Escenario sin salida
Un sentido saludable de autoestima nos dota con la habilidad de dar. Si no estamos contentos con nosotros mismos, tampoco somos capaces de recibir, ya que recibir es una consecuencia natural de dar, solamente podemos tomar.
El ciclo de dar y recibir crea la unión perfecta. Sin embargo, cuando tomamos, lo hacemos en un intento por llenar un vacío, y por lo tanto, continuamos vacíos, y nos vemos forzados, una vez más, a tomar en un vano intento por sentirnos llenos. Dicha conducta solamente refuerza nuestra dependencia, y continúa agotándonos emocionalmente, espiritualmente y físicamente. El hombre es la suma total de lo que entrega; y pierde un pedazo de si mismo cada vez que toma.
Solamente alguien que posee una alta autoestima es capaz de dar – amor, respeto, tiempo y atención – a si mismo y a otras personas.
Sin autoestima suficiente, cada relación está condenada a un escenario sin salida. Por ejemplo, alguien nos pide un favor, pero nosotros no queremos hacerlo, y tenemos una buena razón. Ahora bien, dar por miedo o por culpa no nos ayuda a mejorar nuestra autoestima. Al contrario, la diminuye. Tal situación no es realmente dar; es la otra persona tomando. Si consentimos, entonces estamos enojados con nosotros mismos o con la otra persona, y si no lo hacemos, nos sentimos culpables. Cualquier cosa que hagamos lleva a mayor justificación; no podemos ganar. El ego aumenta en ambos escenarios y ninguna situación aumenta la autoestima.
A través de este paradigma aprendemos como darnos cuenta si alguien tiene alta o baja autoestima. Se refleja en como esa persona se trata a si misma y a los demás. Una persona que tiene una falta de autoestima puede consentir en ciertas cosas solamente para satisfacer sus deseos personales, y no tratará a las otras personas particularmente bien (producto de una mentalidad arrogante). Alternativamente, esta persona puede satisfacer a otros porque necesita de su aprobación y respeto, pero no se hace cargo de sus propias necesidades (producto de una mentalidad sumisa). Solamente alguien que posee una autoestima alta es capaz de dar – amor, respeto, tiempo y atención – a si mismo y a otras personas.
Dar versus tomar
Cuando una persona entrega, ella ama aún más al objeto de su entrega – y así, el amor crece. Un niño recibe y un padre entrega; ¿Quién ama más a quién? El niño ansía el día en que pueda irse de la casa, mientras que el padre está siempre preocupado por el bienestar de su hijo.
Cada emoción positiva proviene de entregar y fluye hacia afuera, desde nosotros hacia los demás, mientras que cada emoción negativa está relacionada con tomar. En efecto, la raíz de la palabra en hebreo ahavá, amor, es hav, entregar.
La codicia es el opuesto del amor. Cuando codiciamos a alguien o a algo, nuestro interés es puramente egoísta en nuestro deseo de sentirnos completos. Cuando amamos, sin embargo, nuestro foco está en como podemos expresar nuestro amor, y entregarle a la otra persona. Entregar nos hace sentir bien, y lo hacemos felizmente. Cuando alguien a quien amamos está sufriendo, sentimos dolor. Cuando alguien a quien codiciamos está sufriendo, sin embargo, pensamos solamente en como nos afectará la situación de esta persona, en términos de nuestra propia inconveniencia o incomodidad.
El amor es ilimitado. Una madre no ama a su segundo hijo menos porque ya tiene un hijo. Ella ama a cada hijo, le entrega a cada hijo y no se queda sin amor. Comparen esto a una persona que adquiere una obra de arte que “ama”. Con el pasar del tiempo, su fascinación por la pieza de arte decrece, y cuando adquiere una nueva obra de arte, toda su atención, afecto y alegría es redirigida a la nueva obra, ya que, en verdad, él no ama a sus obras de arte. Él se ama a si mismo, y sus obras de arte lo hacen feliz. Él no está entregándole a sus obras de arte, sus obras de arte le entregan a él, y él simplemente toma.
Nuestros sentimientos de autoestima nos traicionan cuando consideramos si Dios realmente se preocupa por nosotros, nos sentimos insignificantes en comparación a todos los billones de personas que hay en el mundo. Pero, la verdad es que no hay limitaciones para el amor de Dios. Él creó el mundo expresamente para cada uno de nosotros, como si fuéramos su hijo único. Tanto como un amoroso padre está preocupado e involucrado en cada aspecto del bienestar de su hijo, así también, es el interés de Dios en nuestras vidas.
Gente difícil: La solución, no el problema
La imagen a la derecha demuestra espacio negativo. Si te enfocas en la imagen blanca verás una vasija; si te enfocas en el espacio negro verás dos perfiles de personas una frente a la otra. Cada espacio, positivo y negativo, define al otro. La vasija no puede mantener la integridad de su forma a menos que el espacio blanco haga lo mismo.
Sin importar cuanto trabajemos sobre nosotros mismos, nunca seremos exitosos en transformar cualquier parte de nuestro carácter, si es que nuestro nuevo yo no puede existir en nuestro mundo. Redefinirnos a nosotros mismos para formar la vasija deseada solamente puede ser logrado redefiniendo las relaciones actuales, y entendiendo mejor el rol que las personas difíciles juegan en nuestras vidas.
No somos útiles para nadie si es que no somos útiles para nosotros mismos.
Las auxiliares de vuelo comienzan cada viaje informando a los pasajeros que en caso que las máscaras de oxigeno caigan durante el vuelo, aquellos que están viajando con niños deben asegurar sus mascaras primero, y luego asegurar las mascaras de los niños. No somos útiles para nadie si es que no somos útiles para nosotros mismos. Siempre que redefinimos los límites en las relaciones, entonces, una persona recibirá menos territorio que antes; pero sin límites, no hay definición del «yo». Mientras algunas relaciones se benefician de no tener límites, permitir que personas desequilibradas creen las reglas no es sano. En ciertas instancias, entonces, estamos obligados a decir, “ya es suficiente”.
Es un error creer que la solución es sacar a esas personas que son difíciles de nuestras vidas; esto es requerido raramente. Solamente cuando respondemos a la crueldad de otro con aceptación, es que nos colocamos en un modo de dependencia, y entonces de dolor. No hay ninguna forma de esquivar esto. La culpa se filtrará, nuestro ego se involucra para fortificar nuestras acciones y nuestras creencias, y mientras tanto, nuestra autoestima y bienestar emocional se funden lentamente.
A veces mientras más cercanos somos a alguien, peor lo tratamos. Demasiado a menudo, una persona exhibe más gratitud al cobrador de peaje que a su propio esposo o esposa; efectivamente, algunas veces le entregamos amabilidad a un extraño pero ignoramos las necesidades de nuestra propia familia.
Una razón por la que no entregamos es porque no recibimos. Una persona se aleja de otra porque no siente que sus propias necesidades emocionales están siendo satisfechas. Por el otro lado de la moneda, los extraños ofrecen rápidamente su apreciación y nos dan el respeto que ansiamos cuando los ayudamos. ¿Acaso un miembro de la familia siquiera reconoce nuestros esfuerzos? No importa. Nuestras acciones deben ser independientes de la respuesta o de nuestros propios sentimientos de si la otra persona merece nuestra amabilidad y amor o no.
La tentación de hacer lo contrario es fuerte, particularmente si sufrimos de baja autoestima. Por definición, baja autoestima significa que una persona no se siente en control – recuerden, el amor propio viene del autocontrol. Así, mientras menos control tengamos sobre nosotros mismos, más intentamos controlar o manipular al mundo y a las personas en él.
Ahora entendemos porque herimos, ya sea abiertamente o de forma pasivo-agresiva, a las personas más cercanas. Mientras más cercanos estamos a alguien, mayor poder tenemos sobre ellos, y más podemos atacar sus debilidades con precisión. Cuando nos falta autocontrol, herir a aquellos que amamos nos da impulso para causar que algo ocurra. Es el último vestigio de poder para una persona que no tiene poder.
Cuando una persona tiene muy baja autoestima, no importa cuan exitosa parezca; esa persona es dependiente de cada persona y cada cosa para alimentar su ego.
No nos sentimos completos cuando peleamos o cuando estamos alejados de un miembro de nuestra familia inmediata. Pero Dios no deja que nuestro bienestar dependa de otras personas, esto ocurre sólo con aquellos que no están bien. Si hacemos todo lo que podemos, cuando podemos, por todo el tiempo que podamos, para construir la relación más sana posible, y aun así no llegamos a ninguna parte, entonces encontramos que mientras sentimos compasión por el otro, y quizás algo de tristeza por la perdida de la relación, no nos sentimos menos bien acerca de nosotros mismos.
Nuestra lucha con otro no debe causar discordia dentro de nosotros. Nuestra voluntad de hacer lo que sea necesario para traer paz, es lo que nos dará paz, sin importar el resultado. Hay una advertencia importante. Cuando decimos que necesitamos hacer todo lo posible para hacer las paces, no nos referimos a hacer nuestro mejor esfuerzo por probar nuestro punto, y presentar un argumento claro y racional de porque tenemos razón. Solamente un intento de paz que viene en forma completamente humilde, mantendrá nuestra confianza en Dios intacta y nuestra conciencia libre de culpa.
No le dispares al mensajero
Es nuestra responsabilidad percibir la realidad más amplia, percibir que Dios nos está hablando a través de cada persona y de cada situación. Las relaciones son un área muy común en la cual las personas pierden de vista el mensaje y se enfocan en el mensajero.
El prerrequisito para crecer en cualquier área es no culpar al otro, sino preguntarse a uno mismo de forma práctica, “¿Qué quiere Dios de mí en este momento?”.
Las personas difíciles no están en nuestras vidas para afligirnos, sino para ayudarnos; y tenemos que entender esto, o ellos seguirán complicando las cosas una y otra vez, y así mismo nosotros seguiremos sufriendo, una y otra vez.
El prerrequisito para crecer en cualquier área es no culpar al otro, sino preguntarse a uno mismo de forma práctica, “¿Qué quiere Dios de mí en este momento?”.
Mientras estamos en el «modo de culpa», no estamos orientados a la solución, y por lo tanto no podemos ver, y mucho menos investigar, sobre cómo mejorar la situación. ¿Qué pasaría si dejaras de verte a ti mismo como una víctima?
Nuestros padres
La autoestima de un adulto es a menudo dañada como resultado de sufrimiento por falta de amor o por experimentar confusión a una edad temprana. Esto es debido a que los niños forman su autoestima principalmente en base a sus padres (o a las personas que los criaron). Los niños no poseen las facultades para razonar y tomar decisiones como lo hacen los adultos, de este modo ellos no pueden ganar amor propio a través del autocontrol. Nuestro sentido personal de lo bueno y lo malo no está completamente establecido hasta que comenzamos la adolescencia.
Para seres egocéntricos (niños), es fácil pensar que un «defecto» dentro de ellos es la “razón” detrás de la conducta de sus padres. Un padre se enoja con el niño, y así el niño concluye naturalmente que hay un defecto en él mismo. Él traduce el enojo de sus padres como “No soy merecedor de su amor”, lo cual pronto se transforma en, “No soy digno de ser amado”. Ahora, si un niño normal puede llegar a estas conclusiones – como muchos lo hacen – con padres cariñosos, imaginen cuan fácil es para un niño normal llegar a la conclusión de que él no merece ser amado o de que él es malo cuando crece con padres abusivos. El niño sentirá, “Si mis padres pueden hacerme esto a mí, entonces no valgo nada”.
Si no recibimos amor de nuestros padres cuando niños, o sentimos que nuestras vidas están fuera de control debido a un trauma o volatilidad doméstica, puede que pasemos innecesariamente el resto de nuestras vidas ansiando amor y aceptación. Toda cosa que hagamos tendrá como finalidad llevarnos a ese ideal.
El amor que los padres le entregan al niño es determinado por sus propias limitaciones, no las de los niños. Á un niño nunca se le ocurre que puede ser que la falta de amor no tenga nada que ver con él.
Como adultos, aún puede ser difícil interiorizar el hecho de que nuestro valor propio no está sujeto a la aprobación de nuestros padres, pero podemos entenderlo. Una vez que lo hacemos, nuestras vidas pueden ser cambiadas para siempre, y el daño que nos ha desfigurado durante décadas puede revertirse.
Jamás encontraremos una persona emocionalmente sana con una cantidad considerable de enojo no-resuelto hacia un padre. Es altamente probable que esta persona tenga dificultad para disfrutar de relaciones positivas, más aún profundas y significativas, mientras este enojo exista. Cualquiera que siente enojo hacia un padre debe considerar una prioridad el hecho de superar los sentimientos negativos.
Volviendo a visitar el pasado
Experimentos en el campo de la mecánica cuántica revelan algo muy intrigante: «el efecto cuántico de goma de borrar». Físicos han determinado que algo que ocurre después de un hecho puede cambiar o “borrar” la forma en que las partículas se han comportado en un punto anterior en el tiempo. Por más extraño que parezca, nosotros no solamente moldeamos la realidad, sino que podemos recrear lo que ha sido previamente revelado. Esto significa que un cambio actual de perspectiva nos permite “deshacer” nuestro pasado y alterar permanentemente como nos vemos a nosotros mismos y a nuestro mundo. En una conferencia para físicos, Albert Einstein pronunció: “Gente como nosotros, que cree en la física, sabe que la distinción entre pasado, presente y futuro es solamente una ilusión obstinadamente persistente”.
Es difícil captar el concepto de que la realidad no es lineal, donde un cambio en la perspectiva puede crear un cambio retroactivo. Dado que los seres humanos están encerrados en el tiempo y el espacio, no podemos ver fácilmente como el futuro puede cambiar al pasado.
Imaginen una mujer anciana, a la que, luego de creer que estaba felizmente casada durante 60 años, se le dice en su lecho de muerte que su recientemente fallecido esposo nunca la amó – él era un actor contratado por sus padres. ¿Podemos decir que ella fue feliz toda su vida y que solamente los últimos treinta segundos fueron difíciles? ¿Desaparecieron acaso todas las celebraciones de cumpleaños, aniversarios, caminatas, conversaciones, risas, y memorias de bellas vacaciones? No. Ellas existen en su memoria, pero ahora han cambiado. Su pasado es ahora diferente.
Si después de escuchar esta revelación, alguien le preguntara a esta mujer, “¿Cómo fue tu vida?” ¿Qué respondería ella? ¿Respondería ¡Maravillosa!? Probablemente, su respuesta sería que fue terrible, triste y desgarradora. Los personajes y eventos aún están fijos en el tiempo, pero tenemos un vistazo de cómo «el ahora» tiene un impacto en el pasado.
Esto no quiere decir que debemos intentar convencernos de que nuestro pasado no tiene significado. En vez, debemos simplemente permitirnos la posibilidad de que el significado que tenemos asignado a los eventos pueda no ser verdad; que como nos sentimos acerca de nosotros mismos, basado en como nuestros padres (o cualquier persona para tal caso) nos trató, puede ser una conclusión formada erróneamente.
Continuamente revigorizamos experiencias dolorosas ensayando la ficticia correlación causal entre un evento y nuestros sentimientos. Nuestra memoria de la experiencia está estancada en una falsa impresión, y catalogamos ese recuerdo negativo en nuestra mente como un hecho.
No es la circunstancia, sino nuestros pensamientos acerca de la situación los que originan las emociones que determinan el impacto y la influencia duradera. Tomar responsabilidad ahora por nuestras vidas, donde sea que estén, convierte al dolor en combustible que enciende nuestra libertad emocional.
Extraído de “Real Power” un libro que ayuda a los lectores a utilizar habilidades no explotadas para experimentar cambios dramáticos e inmediatos.
Versión original: Aish Latino escrito por Dr. Dovid Lieberman