Si hay tantas cosas buenas en tu vida, ¿por qué no estás feliz?
A pesar de todo lo que marcha mal, vivimos en una época de increíbles bendiciones.
Hace poco viajé en un avión desde Nueva York. La mujer que estaba sentada junto a mí cada vez se veía más frustrada porque su pantalla no funcionaba. Ella presionaba los botones con fuerza y prácticamente abofeteaba a la pantalla intentando revivirla.
La mujer detuvo a la azafata y con gran exasperación anunció: “¡Nada funciona!”.
La azafata la miró, respiró profundo y le dijo: “¿Nada funciona? Señora, estamos a 10.000 metros de altura, volando en una caja metálica con alas que nos llevará a nuestro destino en tan solo un par de horas. El avión funciona perfectamente. ¿Acaso no es eso lo más importante?”.
Luego dio media vuelta y continuó sirviendo bebidas, pero sus palabras siguieron resonando en mis oídos.
Por supuesto, sería agradable que el sistema de entretenimiento funcionara. Ciertamente, daría realce al viaje si el Wi-Fi funcionara bien. Pero incluso si no es así, mientras el avión funcione, eso es lo más importante y no deberíamos perder esa perspectiva.
Vivimos en una época de increíbles bendiciones. Tenemos comodidades, ventajas, amenidades y lujos que nuestros ancestros ni siquiera soñaron. Vivir con tuberías interiores, electricidad, autos, aviones, teléfonos inteligentes, FaceTime, Waze… Cada novedad es una revolución que transforma la calidad de nuestras vidas en formas que no apreciamos por completo.
Con los avances de la medicina, no sólo tenemos longevidad, sino que rutinariamente nos recuperamos de enfermedades y sobrevivimos algunas circunstancias que antes hubieran amenazado nuestra vida. Considera que en el siglo XVII el riesgo de morir en un parto era del 4 por ciento. De cada 100 partos, 4 mujeres jóvenes morían en el proceso. Aunque dar a luz aún tiene riesgos, es mucho, mucho más seguro de lo que era incluso hace sólo cien años.
Lo más importante es que lo principal siga siendo lo principal.
No me malentiendan. No estoy minimizando el dolor del parto ni el desafío de rodillas o caderas doloridas, ni siquiera la frustración de un Wi-Fi lento. Sin embargo, como escribió Stephen Covey en Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, “Lo más importante es que lo principal siga siendo lo principal”, y lo principal es que el avión funcione, que nuestro corazón late, que nació un niño sano y una madre sobrevivió.
No debemos negar nuestros sentimientos cuando algo nos duele o cuando estamos heridos física, emocional o espiritualmente. Podemos acercarnos al dolor, llorar e incluso quejarnos un poco. Pero no perdamos la perspectiva ni permitamos que toda nuestra visión o experiencia se vea nublada o definida por lo que falta, lo que duele o lo frustrante, en especial cuando “lo principal” está funcionando.
La gematria, el valor numérico de la palabra en hebreo modim, gratitud, es 100. Esta es una alusión a la costumbre de agradecer, decir una bendición al menos 100 veces cada día. Comenzando con el regalo de despertarse por la mañana, con cada comida o bebida que disfrutamos e ingerimos y con cada visita exitosa al baño, cada día nos detenemos cien veces para decir una bendición, para agradecerle a Dios que con todo lo que está ocurriendo, las cosas importantes aún funcionan.
Recuerda, lo más importante es lo más importante y agradece cuando lo más importante funciona.
Versión original: Aish Latino escrito por Rav Efrem Goldberg