Si quieres una relación con Dios, contempla las maravillas del universo
El cielo estrellado es hermoso, pero ¿hay algo más allá? ¿Hay otra cosa importante que podamos aprender del cielo?
Esta hermosa foto del antiguo y distante universo es impresionante. Sin embargo, al igual que todas las imágenes maravillosas que estamos acostumbrados a ver de la naturaleza en Internet, la televisión o en impresiones, eleva una pregunta para quienes buscan una vida espiritual y ética más profunda: ¿A quién le importa? ¿Por qué es importante estar atento o saber sobre ellas? ¿Hay algo importante que nos puedan enseñar, que no haya enseñado aún la teología?
Rav Meir ibn Gabai, quien fue expulsado de España a los trece años de edad, llegó a ser uno de los principales cabalistas del siglo XVI. Dedica una extensa parte de una de sus obras principales de cabalá a la cosmología: la naturaleza y el origen del universo. En ella, pregunta, y responde, esta misma pregunta. Comienza el tema preguntando: ¿Por qué debería alguien interesado en crecimiento espiritual molestarse con temas tan aparentemente desconectados como la astronomía?
Responde: «Es imposible comprender la profundidad de los asuntos [espirituales] sin familiarizarse antes con la astronomía…».
Sin un entendimiento sobre la realidad y el origen del cosmos, las ideas de la cabalá serían sólo palabras poéticas. Entender la naturaleza del universo es mucho más que un tema interesante, porque nos fuerza a confrontar preguntas humanas apremiantes: ¿Tengo libre albedrío? ¿Estamos solos en el cosmos? ¿Qué es real? ¿Tiene la creación un objetivo? Los lectores que buscan en la cabalá para encontrar respuestas a preguntas tan íntimas y fundamentales deberían saber que la ciencia del siglo XXI ofrece ideas relevantes, novedosas y, a menudo, también incómodas. Sabemos mucho más sobre el cosmos que lo que supo Ibn Gabai, y nuestro poderoso vocabulario matemático y científico nos permite que el cosmos y la Creación sean más intuitivos, sensibles y hasta más íntimos.
Los lectores que buscan en la cabalá para encontrar respuestas a preguntas tan íntimas y fundamentales deberían saber que la ciencia del siglo XXI ofrece respuestas relevantes, novedosas y, a menudo, también incómodas.
La ciencia tiene una dimensión teológica. Por primera vez en la historia humana, podemos contestarle al desafío de Dios a la afligida figura de Yov: «¿Dónde estuviste cuando segregué la materia? ¡Habla si entiendes la creación!» La respuesta moderna: «No entendemos todo, pero en la actualidad tenemos una buena comprensión de muchos detalles y, como los nuevos experimentos prueban con mayor profundidad, nuestros modelos son confirmados» (ejemplos incluyen cómo el vacío cuántico puede haber producido espontáneamente la semilla del big bang, la razón por la que durante los primeros tres minutos se produjeron partículas atómicas y cuándo aparecieron los primeros átomos).
La expresión «dios de los vacíos» es un término derogatorio usado para describir a una deidad que se cita para «explicar» cualquier cosa que no se entienda, como por ejemplo la creación. Sin embargo, en la actualidad esos vacíos son más pequeño, y el Dios de los vacíos está pasado de moda, si es que no se lo considera una idea tonta. Una consecuencia de eso es que, en la actualidad, la creencia espiritual no se basa en la ignorancia, como en el desafío a Iov, sino en el conocimiento. Como argumentó famosamente Galileo Galilei: «El libro Divino de la naturaleza es tan sagrado como las escrituras».
La expresión «dios de los vacíos» es un término derogatorio usado para describir una deidad que se cita para «explicar» cualquier cosa que no se entienda, como por ejemplo la creación.
Algunos buscadores a espiritualidad admiten a regañadientes el éxito de la ciencia, pero no aprovechan sus profundas verdades. En cambio, citan a la ciencia de forma retórica cuando necesitan apoyo, por la credibilidad que la ciencia le otorga a la autoridad de la cabalá cuando las ideas se superponen. Por ejemplo, que el universo haya tenido un comienzo («Que se haga la luz» = el bing bang) en lugar de ser eterno y estático, como creyeron la mayoría de los pensadores desde la antigüedad hasta Einstein y Hubble. Por desgracia, este enfoque sufre, como el de un apologista, porque parte de una idea previa y usa el éxito innegable de la ciencia para potenciarla: «¿Ves? Tengo razón, la ciencia lo demuestra». Sin embargo, al igual que cualquier otra afirmación apologista, si bien puede convencer a otra persona no logra elevar al buscador a un nivel más alto.
¡Esa es la respuesta de Ibn Gabbai! Si quieres una relación más cercana con Dios y con la sabiduría, con el mundo en el que vives, con los demás y contigo mismo, se te aconseja saber más sobre ellos y sobre su verdad. La ciencia ofrece un medio único, pero puede requerir un esfuerzo. Todo intento serio para aprender sobre la profunda naturaleza del universo (cómo surgió, qué es y cómo se comporta) es complejo. El salmista lo expresa de esta forma: «Tus pensamientos son muy profundos… una persona simple [una persona que busca explicaciones simples] no las entenderá». Si bien, en la actualidad, la naturaleza del universo es mucho más clara que lo que era para Ibn Gabai, y ese conocimiento nos deja muy asombrados, las respuestas a las preguntas que hacen los cabalistas y los cosmólogos son complejas.
Un ejemplo son los exoplanetas (planetas alrededor de otras estrellas). El reciente descubrimiento de miles de ellos es excitante, pero no sorpresivo. Desde el tiempo de los griegos se cree que los exoplanetas son ubicuos. Los sabios talmúdicos especularon sobre la vida en otras estrellas en base a pasajes de la Biblia (Tanaj) e imaginaron que la vida en el universo es algo común. Sin embargo, la sorpresa moderna es que esos exoplanetas varían ampliamente, siendo muchos de ellos diferentes a todo planeta en nuestro sistema solar. El universo es vasto y, probablemente, contenga muchos exoplanetas habitables similares a la tierra, pero esta misma inmensidad expansiva hace que esos hipotéticos exoplanetas sean inaccesibles a la humanidad porque la velocidad finita de la luz los deja a una distancia de eones.
En el volumen de espacio alrededor de la tierra que la luz podría atravesar en cien generaciones humanas (¡Mucho tiempo!), sólo hay unos treinta millones de estrellas, probablemente insuficientes para derrotar la estadística y formar y evolucionar vida inteligente. Si bien este volumen es una pequeña fracción de nuestra galaxia, el tiempo necesario para que la luz viaje a regiones más lejanas es aún mayor. La bizarra variedad en las propiedades de los exoplanetas suma a la conclusión de que sea sumamente improbable que encontremos (o siquiera sepamos de) extraterrestres en el futuro próximo. Simplemente no hay suficientes espacios cercanos apropiados para superar la poco probable combinación de requisitos para que la vida se forme, evolucione para ser inteligente y luego sobreviva lo suficiente como para prosperar.
La primera implicancia es que la Tierra no es un lugar común. Lo más probable es que, en los próximos mil años, ni siquiera nos enteremos si existe otra civilización. Quizás después de eso tampoco. Saber esto debería resaltar la bendición de la naturaleza de la Tierra y su vida, así como nuestras responsabilidades morales para «servir y resguardar» nuestro planeta (Génesis 2:15). La segunda implicancia es que la historia de la humanidad relatada en Génesis es sólo un vistazo a la profunda, compleja y crucial relación que tenemos con la Creación Divina.
Versión original: Aish Latino escrito por Dr. Howard Smith