¿Cuál es la visión judía sobre el alma?
El alma es uno de los aspectos más importantes pero menos comprendidos de la vida espiritual. ¿Cómo lo ve el judaísmo?
El alma es una fuerza intangible que anima la carne y le da vida. Es difícil de describir, pero se entiende de forma intuitiva y es fundamental para la manera en que nos relacionamos con conceptos como el ser, la espiritualidad y nuestro rol en el mundo. El alma también juega un papel clave en el pensamiento judío, y además de conectar al ser humano con los mundos espirituales, es el motor que —si estás dispuesto a trabajar—le da sentido a tu vida.
En este artículo:
- El origen del alma en la Torá
- La diferencia entre el alma divina y el alma animal
- ¿Qué eres tú, un cuerpo o un alma?
- Los cinco niveles del alma
- El alma y el poder del habla
- Una comprensión más profunda del alma
- Preguntas frecuentes:
- ¿Todas las personas tienen un alma?
- ¿Qué sucede con tu alma cuando mueres?
El origen del alma en la Torá
Según la Torá (Génesis 2:7), “Dios formó al hombre del polvo de la tierra, e insufló en sus narices aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser vivo”. Ese aliento de vida, llamado nishmat chaim (נשמת חיים), se refiere al alma humana, y es el origen de su nombre hebreo, neshamá (נשמה).
A diferencia del resto de la creación, que Dios creó con palabras (como vemos en Génesis 1:3, por ejemplo: “Y dijo Dios: ‘Sea la luz’, y fue la luz”), Dios insufló el alma humana en el hombre, lo cual denota un proceso creativo más íntimo y un nivel espiritual superior. En hebreo, la palabra para aliento o respiración es neshimá, que tiene la misma raíz que la palabra alma, neshamá.
Esa alma, o neshamá, es singular de la humanidad y refleja los poderes cognitivos superiores del ser humano, su capacidad de razonar y, en última instancia, de tener una relación con Dios. Este es un nivel espiritual que sólo el ser humano puede alcanzar, y ese nivel de alma (también conocido como el alma divina) es distinto de la energía vital que anima la carne, llamada néfesh (נפש), o alma animal, que también poseen los animales, y en cierto nivel, todos los seres vivos.
Según el libro de Levítico (17:11), esa alma animal, o fuerza vital, está asociada con la sangre:(1) “La fuerza vital (néfesh) de la carne está en la sangre”, y es la razón por la que la Torá considera que la sangre es una expiación por las transgresiones del hombre y prohíbe su consumo.
La diferencia entre el alma divina y el alma animal
Cuando la Torá menciona la creación del hombre en Génesis 2:7, dice: “Dios formó al hombre (וייצר) del polvo de la tierra”. De acuerdo con el gran comentarista medieval de la Biblia, Rashi (1040-1105), el verbo usado, «formó/וייצר», está escrito con dos iuds (י) para indicar la naturaleza dual espiritual/física del ser humano. Esto se diferencia de los animales, que no tienen un impulso espiritual y, como dice en Génesis 2:19, Dios los formó con una sola iud: «Dios formó (יצר) cada bestia salvaje y cada ave del cielo del suelo».(2)
Como hemos dicho, el ser humano posee tanto un alma animal como un alma divina. El alma animal es la fuerza vital que anima la carne y también es la fuente de tu carácter, pasiones e impulsos físicos. También está asociada con la imaginación, la memoria, la inteligencia y la voluntad.(3) El alma divina es el vínculo con los niveles espirituales más elevados, es la fuente de tu intelecto y tu esencia interior, y tiene el poder de guiar tu naturaleza animal.
Si la dejas hacerlo.
En el pensamiento judío, la vida es una lucha constante entre los impulsos y las pasiones de tu cuerpo (tu alma animal), y los deseos de tu neshamá.
Esa lucha crea tu libre albedrío, que de acuerdo con la Torá (Deuteronomio 30:19) es una elección entre la vida y la muerte. “He puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Debes escoger la vida, para que tú y tus descendientes vivan”.
La muerte es evitar el dolor, o, más específicamente, escapar de la responsabilidad y deslizarnos hacia los brazos del confort. Tu cuerpo físico anhela regresar al suelo, ya que la muerte es la experiencia última de no sentir dolor. Por otro lado, está el deseo del alma de escoger la vida, que es asumir la responsabilidad de alinear tu voluntad con la realidad, elevarte y acercarte a su fuente espiritual.
Cada momento que estás vivo, estás usando tu libre albedrío para elegir entre la vida y la muerte, la realidad o la fuga, ser responsable o huir. Esa es una elección constante. O estás eligiendo aceptar el dolor para crecer, o estás renunciando.
Estar vivo significa abrazar la responsabilidad, y cómo resuelvas ese conflicto —entre la realidad y la fuga— es donde reside tu grandeza. Elegir la vida es elegir vivir, luchar y lograr; en lugar de huir.
Ese también es el conflicto entre el cuerpo y el alma. Tu trabajo es identificarte con tu alma divina y evitar las distracciones y los deseos de tu cuerpo (tu alma animal).
¿Qué eres, un cuerpo o un alma?
En el pensamiento judío, el libre albedrío es el conflicto entre el cuerpo y el alma, lo que plantea la pregunta: ¿qué fuerza representa tu verdadero yo? Según Rav Aryeh Kaplan, en su libro Meditación Judía, no es ni el cuerpo ni el alma:
Los cabalistas señalan que el cuerpo no es el yo. Dado que puedo hablar de “mi cuerpo,” el cuerpo no puede ser “yo.” El cuerpo es “mío”, algo asociado conmigo; pero el verdadero yo es algo mucho más profundo que el cuerpo. Siguiendo este mismo razonamiento, también puedo hablar de “mi mente.” De hecho, hablo de “mi mente” de la misma manera que hablo de “mi cuerpo.” Esto implicaría que, así como el cuerpo no es el verdadero yo, la mente tampoco lo es. Llevando el argumento un paso más allá, también puedo hablar de “mi alma.” Esto implicaría que incluso el alma no es el verdadero yo. Siendo así, la cuestión del yo se vuelve muy difícil de resolver. ¿Cuál es el verdadero yo? Un indicio de la respuesta se puede encontrar en la palabra hebrea para “yo,” aní (אני). Es significativo notar que si las letras de aní se reorganizan, forman la palabra ein (אין), que denota la nada. Esto parecería implicar que el verdadero “yo” es la nada dentro de mí. Esto se puede entender de una manera bastante sencilla. El verdadero yo es mi sentido de la voluntad. Es la voluntad intangible que me impulsa a hacer lo que decido hacer.(4)
Sin embargo, llevando este punto más lejos, como continúa haciéndolo Rav Kaplan, en realidad es ambos:
Como he señalado, ni el cuerpo, ni la mente, ni el alma son el yo. Sin embargo, en otro sentido, el yo es una combinación de cuerpo, mente y alma. Los tres juntos parecen definir el yo. Sin embargo, esto tiene una implicación importante. Si el cuerpo no es el yo, y la mente no es el yo, y el alma no es el yo, pero la combinación de los tres lo es, entonces la definición del yo sigue siendo un enigma. Parecería que es posible quitar el cuerpo, quitar la mente y quitar el alma, y aún así tener alguna chispa del yo. Pero cuando el cuerpo, la mente y el alma son removidos, todo lo que queda es la nada. De nuevo parece que el yo es la nada. No es nada por falta de existencia. Más bien, es nada porque falta una categoría en la mente en la que colocarlo.(5)
En otras palabras, el yo esencial está vinculado a un reino espiritual que trasciende tus poderes de comprensión. Te habla desde tu alma divina o superior, y la misión de tu vida es alinear tu voluntad con ella. En cierto sentido, tu alma divina comienza con una conciencia espiritual intuitiva que se pierde un poco en medio del bullicio de la vida cotidiana. Sin embargo, no sólo está allí, sino que es todo lo que hay.(6)
Los cinco niveles del alma
De acuerdo con el gran cabalista del siglo XVIII, Rav Moshé Jaim Luzzatto, “Aunque el alma divina se suele referir a una sola entidad, en realidad consta de varias partes en diferentes niveles… Estas diferentes partes son llamadas: néfesh (נפש), rúaj (רוח), neshamá (נשמה), jaiá (חיה) y iejidá (יחידה)”.(7)
El alma, con sus diferentes niveles, está representada en Génesis 28:12, que describe un sueño que tuvo el patriarca bíblico, Iaakov, sobre una escalera: “[Iaakov] tuvo una visión en un sueño. Una escalera estaba erguida hacia el suelo, y su parte superior alcanzaba el cielo”. Una lectura cuidadosa del versículo revela que la escalera no estaba erguida sobre el suelo, sino hacia el suelo, lo que significa que la raíz esencial del alma está anclada en los reinos espirituales más altos, y luego desciende hacia abajo, conectando los diferentes niveles como los peldaños de una escalera o los eslabones de una cadena, hasta que sus niveles más bajos se manifiestan en el cuerpo de la persona.(8)
Néfesh (נפש): el néfesh es el nivel más bajo del alma divina, y corresponde a la acción y la realización. El néfesh también se asocia con la acción de rezar, como la figura bíblica de Janá dice sobre sí misma en el libro de Samuel (Samuel I 1:15), “Yo derramaré mi alma (néfesh/נפש) ante Dios”. De manera similar se la menciona varias veces en el libro de los Salmos (por ejemplo, Salmo 103:1): “Mi alma (néfesh/נפש) bendecirá a Dios.
Rúaj (רוח): el rúaj está asociado con el habla, como señaló el traductor de la era talmúdica, Onkelos, en relación a Génesis 2:7. Cuando la Torá dice, “El hombre [así] se convirtió en un ser vivo”, Onkelos traduce “ser viviente” como un “espíritu que habla” o un “rúaj hablante (רוח ממללא)”. La palabra rúaj significa espíritu o viento, y el rúaj es el nivel del alma que se encuentra entre el néfesh, que está en el cuerpo físico, y los niveles más altos. En este sentido, el rúaj te conecta con tu fuente espiritual, y es la razón por la cual en hebreo la Inspiración Divina se llama Rúaj HaKodesh (רוח הקודש).
Neshamá (נשמה): la neshamá está relacionada con el pensamiento, y te proporciona conocimiento, así como la capacidad de entender la Torá. La neshamá no existe dentro de la persona, sino que, en cierto sentido, flota a su alrededor.(9)
Jaiá (חיה): Jaiá, al igual que el siguiente nivel, iejidá, son niveles superiores del alma que una persona no experimenta directamente. Jaiá se considera la raíz del alma, así como el “alma del alma” (נשמתא לנשמתא).
Iejidá (יחידה): Iejidá es el nivel más alto del alma, y se asocia con los mundos místicos que conectan el alma, por así decirlo, con lo divino. A un nivel más profundo, estos dos niveles más altos, jaiá y iejidá, también son llamados Kneset Israel (כנסת ישראל), que se refiere al alma colectiva del pueblo judío.(10)
El alma y el poder del habla
De acuerdo con Génesis 1:26, Dios creó al hombre a “Su imagen.” En cierto sentido, la imagen de Dios se refiere al poder del habla, que es un aspecto del nivel de rúaj. (El habla aquí no significa la simple capacidad de comunicar sentimientos básicos o interactuar con otros, lo cual también lo pueden hacer los animales; sino la capacidad de comunicarse a un nivel superior y abstracto, y de reconocer y establecer una relación con Dios). Dios utilizó el habla para crear el mundo, o más específicamente, para habilitar la interacción de cada elemento del proceso creativo. Esto es paralelo al habla humana, que toma sonidos dispares y desconectados, y los organiza de manera significativa y ordenada.(11)
Una comprensión más profunda del alma
Según el Talmud,(12) la relación del alma con el cuerpo es una manera de entender el concepto de la providencia, o cómo Dios dirige el mundo:
Tal como Dios llena todo el mundo, así también el alma llena todo el cuerpo.
Tal como Dios observa, pero no es observado, así también el alma observa, pero no es observada.
Tal como Dios nutre al mundo, así también el alma nutre al cuerpo.
Tal como Dios es puro, así también el alma es pura.
Tal como Dios mora en habitaciones dentro de habitaciones [refiriéndose a los aspectos más elevados u ocultos de Dios], así también el alma mora en habitaciones dentro de habitaciones.(13)
En otras palabras, el alma es una realidad intangible y difícil de describir, que es fácil de entender a nivel intuitivo, y que explica la naturaleza misteriosa de cómo la materia física inerte se vuelve viva. A un nivel más profundo, también ayuda a describir el rol de Dios en mantener y supervisar la existencia.
Preguntas frecuentes
¿Todas las personas tienen un alma?
Sí. Cuando la Torá describe la creación del hombre en Génesis 2:7 (“Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en sus narices aliento de vida. Y el hombre [así] se convirtió en un ser vivo”), se está refiriendo específicamente a la creación de la humanidad, lo que significa que cada persona tiene un alma. El pensamiento judío reconoce diferentes tipos de almas (como las almas judías), pero cada persona tiene un alma. Eso es lo que te hace humano.
¿Qué le pasa a tu alma cuando mueres?
De acuerdo con este artículo: “Inmediatamente después de la muerte, el alma está en un estado de gran confusión. Por eso se acostumbra permanecer cerca de una persona moribunda, para que no muera sola. El alma desencarnada está intensamente consciente de los alrededores físicos de su cuerpo. Esto es especialmente cierto antes de que el cuerpo sea enterrado. El alma entonces literalmente llora por su cuerpo durante siete días. A esto alude el versículo: ‘Su alma llora por él’ (Job 14:22). Durante los primeros 12 meses después de la muerte, el alma se mantiene flotando sobre el cuerpo. Durante este tiempo, hasta que el cuerpo se descompone, el alma no tiene un lugar permanente de reposo y en consecuencia está muy desorientada. Por eso flota sobre el cuerpo. Durante este período el está consciente e identificada con la descomposición del cuerpo. El Talmud nos enseña que ‘Los gusanos son tan dolorosos para los muertos como agujas en la carne de los vivos, como está escrito (Job 14:22): ‘Su carne llora por él’”. La mayoría de los comentaristas dicen que esto se refiere a la angustia psicológica del alma al ver su morada terrenal en un estado de descomposición. Los cabalistas llaman a esto jibut hakever, ‘castigo de la tumba'».
Para la bibliografía de las citas favor de consultar la versión original
Versión original: Aish Latino escrito por Rav Tzvi Gluckin

Comentario (1)
Muy complejo pero sumamente interesante. Hay muchas cosas que aprender sobre el alma. Si me gustaría saber mas. Gracias por compartir este articulo.
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